En 2015 Mauricio Macri –entonces Alianza Cambiemos, hoy reactualizada a Juntos Por el Cambio (JPC)- arribaba al Gobierno nacional tras ganar por un escaso margen en balotaje, el primero de la historia argentina. Este 27 de octubre de 2019, tras un mandato en el que no cumplió prácticamente con nada de lo prometido en campaña y una gestión que implosionó la economía, la ciudadanía argentina le dio la espalda en las urnas. El 48,10% de los electores le dio la victoria a Alberto Fernández, del Frente De Todos (FDT), al ver en él al candidato que podía sacar al país de la crisis, delegándole así la Presidencia por los próximos cuatro años –en Argentina se consagra quien supere el 45% de los votos afirmativos- .
Como señalamos en un informe previo, la estrategia del macrismo con posterioridad a las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) del mes de agosto[i] fue exacerbar la confrontación con el FDT, la cual dio réditos parciales puesto que le permitió recortar la diferencia en varios puntos la diferencia. De este modo, mientras que Macri incrementó su caudal los demás candidatos no peronistas perdieron votantes, cooptando así el oficialismo una mayor proporción del voto antiperonista. Sin embargo, la hiperpolarización no alcanzó para revertir la tendencia dado que el apoyo recibido por Alberto Fernández se mantuvo prácticamente incólume. Alberto Fernández junto a la expresidenta y ahora vicepresidenta electa Cristina Fernández de Kirchner (CFK) retuvieron de forma inalterable a su electorado de agosto –sumaron algo más de 250.000 votos nuevos a la vez que bajaron 1,40% por el aumento de la participación-.
Los otros grandes ganadores de la jornada han sido, sin dudas, Axel Kicillof (FDT) y Horacio Rodríguez Larreta (JPC). El primero por confirmar su excelente elección de agosto y derrotar nuevamente en la Provincia de Buenos Aires a la niña mimada de los grandes medios, María Eugenia Vidal (JPC), por casi un millón y medio de votos de diferencia -52,13% a 35,93%-. Su gran elección, además, fue clave para apuntalar la victoria de Fernández dado que se trata del principal distrito electoral del país, en el que vive casi el 40% de los argentinos. El último de los ganadores y a la vez el único que festejó en el oficialismo fue Larreta, quien conservó el bastión desde el que se gestó el proyecto macrista y aseguró con su reelección un cuarto mandato consecutivo de su fuerza en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Su victoria también fue muy holgada -55,90% a 35,06%- y lo convirtió en el primer jefe de Gobierno desde el año 2000 que gana en primera vuelta al superar el 50%. Con este impulso, y frente a las derrotas de sus copartidarios, restará ver si Larreta consigue erigirse en el corto plazo como el líder de la futura oposición, desplazando de ese lugar a Mauricio Macri.
Los números de la elección
Como puede observarse, al tiempo que el Frente De Todos refrendó los más de 12 millones de votos conseguidos en las PASO, las otras cuatro fuerzas de la oposición perdieron adhesiones. Teniendo en cuenta el perfil ideológico de los candidatos, es factible que la diferencia de votos entre ambas elecciones de Juan José Gómez Centurión y de José Luis Espert hayan migrado hacia Mauricio Macri. Entre los votantes de Lavagna que lo abandonaron -casi medio millón de votos perdidos- probablemente haya pertenecido mayoritariamente al segmento de su electorado más afín al perfil ideológico de derecha que Macri exacerbó en el tramo final de la campaña. Éstos, habiendo visto que el exministro de Economía no tenía posibilidades reales de disputar la Presidencia, pudieron haber decantado por apoyar a JPC también.
Es necesario aclarar que si bien la participación ha sido buena, no fue especialmente alta como destacó el oficialismo sino que estuvo más bien en torno a lo esperable, unas centésimas por debajo del valor de 2015. Pero sí se incrementó varios puntos respecto al 76,42% que se registró a nivel nacional en las PASO. Dado que los votantes de Alberto Fernández no decrecieron sino que, por el contrario, se incrementaron levemente, y que los votos perdidos por Lavagna, Del Caño, Gómez Centurión y Espert no alcanzan al millón de votos, es indudable que los casi dos millones y medio de votos nuevos recibidos por el macrismo no se explican solamente por un efecto trasvase. Por el contrario, si bien probablemente existió en cierta medida el mencionado voto útil a favor del macrismo, la gran mejoría de sus números a nivel nacional seguramente no radique allí. Más bien se trataría, en proporción mayoritaria, de un sector de la población que se abstuvo de participar en las PASO, pero que se decidió a apoyar al macrismo en las generales.
Polarización
En esta tabla podemos observar el nivel de concentración de los votos en las elecciones del presente siglo, es decir, la proporción del total que reciben las dos principales fuerzas. Como puede apreciarse, con la excepción de 2003 –en donde tras el colapso de 2001 tanto el peronismo como el radicalismo se presentaron atomizados- en los tres comicios posteriores la concentración se mantuvo de forma casi inalterable en torno al 70%. Esto representa que cerca de un 30% de la sociedad decantaba por otras opciones que no fueran las dos mayoritarias. Sin embargo, tras cuatro años en los que el macrismo exacerbó la confrontación, tejiendo una línea argumental que hizo de la polarización su bandera, nos encontramos con que casi el 90% de los argentinos no pudo escapar a la lógica binaria que el oficialismo fomentó incansablemente.
Uno de los conceptos sociológicos más utilizados y debatidos en los últimos años ha sido el de la “grieta”, expresión que reflejaría un parteaguas, una división mayúscula en la sociedad argentina. De hecho fue uno de los caballitos de batalla del macrismo en su campaña de 2015, culpando al entonces Gobierno de CFK –su táctica predilecta- de “dividir a la sociedad” y prometiendo que ellos en cambio “unirían a los argentinos”. Lejos de eso, en los últimos cuatro años el oficialismo nunca perdió la oportunidad de señalar a la oposición, y al kirchnerismo en particular, como responsable de todos los males del país.
Le tocará a Alberto Fernández el turno de gobernar en un país con una grieta que hoy parece insalvable. Quizás por ello dejó durante la campaña algunos gestos simbólicos, como conceder entrevistas a los medios más reacios a su figura y la de Cristina –algo que Mauricio jamás hizo-. O el de distinguirse de su rival desde lo discursivo. Mientras Macri sustentaba en sus alocuciones cada argumento en las diferencias irreconciliables de un “nosotros” frente a un “ellos”, Fernández se encargaba de subrayar el “todos”, como hizo, una vez más, en su primer discurso como presidente electo: «el Frente de Todos nació para incluir a todos los argentinos». El término inclusión utilizado por el futuro presidente no es casual y, por el contrario, será uno de los desafíos claves de su gestión en un país que desde diciembre de 2015 a esta parte registra cinco millones de nuevos pobres.
Distribución territorial del voto
El Frente de Todos se impuso en 18 de los 24 distritos, es decir, un apoyo muy mayoritario y con preeminencia absoluta tanto en el norte como en el sur del país. La zona media, en cambio, resultó más disputada ya que fue allí donde Juntos Por el Cambio se impuso en seis distritos, mejorando su performance respecto a las PASO –además de en CABA y Córdoba ganó ahora también en Entre Ríos, Santa Fe, San Luis y Mendoza-. Sin embargo, no deben perderse de vista las magnitudes de estos apoyos. A excepción de CABA y Córdoba, bastiones del macrismo en los que se impuso con mucha holgura -16,8% y 32,0% de diferencia, respectivamente- a los que ahora se sumó Mendoza –allí ganó por 12,8%- en los otras tres provincias la ventaja fue muy exigua –entre 0,2% y 3,5%-.
Por el contrario, los distritos en donde triunfó el Frente De Todos arrojaron mayormente grandes diferencias: dos provincias en las que la ventaja fue superior al 15% -entre ellas, Buenos Aires-, cinco en las que hubo más de 20 puntos de diferencia, Río Negro –de allí es oriundo Miguel Ángel Pichetto, candidato a vicepresidente de JPC- con más de 25 puntos por sobre el oficialismo, tres provincias en las que hubo más de 30 puntos, Formosa con más de 35 puntos y Santiago del Estero, donde JPC perdió por 56,4% de diferencia. Con unas pocas excepciones, la contundencia del Frente De Todos en todo el país fue insoslayable.
¿Cómo queda el Congreso?
Si bien todos los flashes se concentraron en los más importantes cargos ejecutivos, es muy importante conocer cómo será la distribución de fuerzas en el Congreso a partir de diciembre. Allí se renovaba la mitad de la Cámara de Diputados de la Nación -130 de 257 bancas- y un tercio -24 de 72- de la Cámara de Senadores. En la Cámara Baja, finalmente será Juntos Por el Cambio quien posea la primera minoría, gracias a la remontada conseguida en las provincias de la línea media del país. Con dicha mejoría, contarán a partir de diciembre con entre 116 y 120 diputados, mientras que el Frente De Todos tendrá entre 108 y 112 legisladores propios –en ambos casos debe tenerse en cuenta que el escrutinio conocido es provisorio y no ha finalizado, por lo que pueden presentarse leves variaciones-. La decepción de la jornada seguramente recae en el espacio de Lavagna, el que tan sólo sumó tres nuevos diputados a los cuatro que ya tenía; un número muy bajo para una tercera fuerza.
En el Senado, el Frente De Todos se impuso en cinco de las ocho provincias en las que se disputaba –Chaco, Neuquén, Salta, Río Negro y Tierra del Fuego-, Juntos Por el Cambio en dos –CABA y Entre Ríos-, mientras que el Frente Santiagueño lo hizo en Santiago del Estero. Pero, además, el FDT quedó segundo en las tres provincias que no ganó, consiguiendo entonces la banca por la minoría. Es decir que su elección le permitió conseguir 13 de las 16 bancas de máxima a las que podían aspirar –debido a que el sistema argentino otorga dos bancas a la primera fuerza y la restante a la segunda-. De este modo, gracias ala excelente elección y a la unidad del peronismo, el próximo Gobierno será mayoría en la Cámara y tendrá quórum propio -37-, dado que el interbloque que agrupará al peronismo, kirchnerismo y sus aliados contará con 39 senadores. Allí, será la actual senadora y vicepresidenta electa -que cuenta con una vasta experiencia parlamentaria- quien presidirá la Cámara. Juntos Por el Cambio, por el contrario, obtuvo tan sólo ocho bancas y quedará como principal oposición, con 28 senadores.
Se vienen nuevos tiempos
El peronismo, luego de encontrarse fragmentado y facilitar con ello el arribo al poder del experimento cambiemita, retornará al Gobierno con una coalición que aglutinó a sus distintas vertientes bajo un contundente mensaje de unidad. Sostener esta amalgama no será tarea sencilla, y los Fernández lo saben. La inclusión que se necesita para que el país lentamente empiece a ser reordenado fue necesaria primero puertas adentro para derrotar electoralmente al macrismo. Pero será imprescindible que esta unidad se sostenga a lo largo del tiempo y los resultados de ayer así lo confirman. Después de todo, el peronismo no debe perder de vista que sigue habiendo una coalición de derecha que, aún con una pésima gestión a sus espaldas, conserva el apoyo de cuatro de cada diez argentinos.
El macrismo cometió el error –entre tantos otros- de creer que tenía la vaca atada. Entre sus filas se repetía incesantemente el “no vuelven más”. El Frente De Todos no puede cometer el mismo yerro, ya que agazapados y expectantes estarán quienes hoy fueron derrotados, prontos a volver a vender espejitos de colores en cuanto la sociedad muestre atisbos de disconformidad. Para evitar que los argentinos vuelvan a ser engañados como en 2015, el Gobierno entrante deberá no subestimar a la futura oposición. De esa forma, con un Gobierno de unidad e inclusión, podrá empezar a reconstruir un país para todos.
[i] https://www.celag.org/informe-preelectoral-de-las-generales-en-argentina/