El domingo 24 de noviembre se llevó a cabo el balotaje presidencial en la República Oriental del Uruguay y, a contrapelo de lo que vaticinaban todos los sondeos de opinión, el resultado provisorio mostró una paridad nunca antes vista. De hecho, tan reñida es la contienda que la Corte Electoral no anunció ganador y llamó a esperar que se cuenten los votos observados (35.229), por ser mayores a la diferencia entre ambas fuerzas (28.666).
En los comicios sufragaron 2.433.216 de los 2.699.980 ciudadanos habilitados –de forma exclusiva en el país, dado que Uruguay sigue sin habilitar la posibilidad de votar en el exterior-, lo cual representa un 90,12%. Tanto la participación como los votos en blanco (1,47%) y los anulados (2,24%) estuvieron dentro de los márgenes esperables. De momento, y con la reserva hecha respecto a los votos observados, Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional (PN), es quien llevaba la ventaja ante Daniel Martínez, del Frente Amplio (FA).
José Arocena, presidente de la Corte Electoral, declaró que entre jueves y viernes se anunciará al ganador. De mantenerse la tendencia, el Frente Amplio (FA) dejaría el poder luego de tres mandatos consecutivos y el Ejecutivo cambiaría de signo en marzo de 2020. En ese caso, será el PN bajo el mando de Luis Lacalle Pou -precisamente el hijo de quien fuera el último presidente blanco, Luis Alberto Lacalle, triunfador en 1989-, quien dirija los destinos de Uruguay por los próximos cinco años.
Los comicios enfrentaban a Luis Lacalle Pou, abogado de profesión que con tan sólo 46 años cuenta ya con una vasta experiencia parlamentaria -diputado de la República por Canelones (2000-2015) y senador hasta agosto de este año (2015-2019), además de haber alcanzado la segunda vuelta en 2014 en la que perdió frente a Tabaré Vázquez- frente al ingeniero frenteamplista Daniel Martínez –presidente de ANCAP (2005-2008), ministro de Industria, Energía y Minería (2008-2009), senador de la República (2010-2015) e intendente de Montevideo (2015-2019)-. Por primera vez en lo que va del siglo XXI, el FA llegaba con perspectivas derrotistas a un desenlace electoral.
Un seguro ganador, en la previa
¿Por qué erraron las encuestadoras? ¿Eran reales los más de 6 puntos porcentuales de ventaja de Lacalle Pou sobre Daniel Martínez que otorgaban en los días previos? Son preguntas para las que difícilmente tengamos respuestas certeras. Sin embargo, llama la atención la marcada diferencia en contra del Frente Amplio entre los sondeos y el escrutinio, superior al margen de error y con porcentajes casi idénticos de todas las firmas, especialmente si tenemos en cuenta que a diferencia de otros países, en Uruguay las encuestas se publican hasta tres días antes de los comicios -de hecho tres de las firmas concluyeron sus trabajos de campo el miércoles 20-.
Mucho se ha hablado del revuelo que generó en las horas previas a la votación el video publicado en las cuentas oficiales de Cabildo Abierto (CA), en donde Manini Ríos exhortaba a los miembros de las FF. AA. a no votar por el Frente Amplio. El contenido del mensaje y el hecho de haber quebrado la veda electoral pudieron haber tenido un efecto nocivo e inverso al que el excomandante en jefe del Ejército pensó, perjudicando a Lacalle Pou a último momento. Sin embargo, resulta difícil pensar que el impacto del mismo haya sido tan grande como para modificar con tal magnitud las previsiones. Seguramente hubo algo más que las encuestadoras no calibraron correctamente y haya sido el apoyo militante del FA.
Todos contra uno y uno contra todos
Como se puede observar a partir de la tabla 2, en las cuatro oportunidades en que se han disputado balotajes el Frente Amplio ha tenido mayores dificultades que sus rivales para captar nuevas adhesiones. En cada oportunidad el FA se impuso en primera vuelta, pese a lo cual sería la segunda ocasión en que no puede conservar la ventaja inicial y cae derrotado en un balotaje. Una de las explicaciones que podemos dar a partir de los datos consignados es que siempre su incremento porcentual fue menor al de su rival de turno, tendencia que se ha repetido independientemente de que el FA fuese oficialismo u oposición, disputase contra blancos o colorados, e inclusive de que finalmente terminara ganando la Presidencia como en 2009 y 2014, la perdiese como en 1999 o presente un final ajustadísimo como en 2019.
Esta repetición sistemática podría estar dando algunas pistas. Por el lado del FA, se observa que si bien ha tenido un piso alto, en torno al 40%, a la vez ha contado con un techo que no superó por mucho el 50%. Como dato positivo, mientras en los tres balotajes anteriores su crecimiento respecto a la primera vuelta osciló entre el 4,43% y el 5,44%, en esta oportunidad cosechó un porcentaje mucho más importante de nuevas adhesiones (8,50%), aún ante la adversidad de disputar en solitario frente a una coalición de cinco partidos.
Los rivales de turno, en cambio, han tenido un apoyo de base considerablemente más bajo, en torno al 30%, pero tuvieron mayores facilidades para captar el voto no frenteamplista –un dato para no perder de vista es que en esta ocasión, si bien el PN creció 20 puntos respecto a octubre, no consiguió contener todos los votos que habían sumado las cinco fuerzas de la coalición (54,05%)-. Esta mayor posibilidad de crecimiento nos demuestra que los votantes blancos y colorados se encuentran mucho más cercanos entre sí y que en los últimos 20 años ha sido el Frente Amplio quien marcó la cancha, erigiéndose cada vez más como el partido contra el que disputan todos los demás. Por ello, no debe sorprender que finalmente se haya blanqueado esta afinidad implícita y los partidos de derecha cristalizaran, bajo la Alianza Multicolor, una lógica que hace tiempo ya se encontraba en el aire.
La coalición que posiblemente sea Gobierno a partir de marzo, oficializada con posterioridad a la elección de octubre, si bien fue tejida desde mucho antes, se encuentra integrada por cinco fuerzas. A los dos históricos partidos de Uruguay -Partido Nacional y Partido Colorado- se sumó como pieza fundamental Cabildo Abierto, la novedad de este proceso electoral. El recientemente creado partido de Guido Manini Ríos, ubicado a la extrema derecha del espectro ideológico, se erigió como un actor clave tras haber cooptado a una porción muy importante de la ciudadanía –siendo de hecho la primera vez que una cuarta fuerza obtiene más del 10% de los votos-. A ellos tres se sumaron, en calidad de actores de reparto, el Partido Independiente (PI) y el Partido de la Gente (PG).
Lo que no se puede soslayar es que en realidad estos aliados no apoyan a Lacalle, sino que se trató más bien de un voto conjunto en contra del Frente Amplio, tal y como quedó marcado a fuego en la reprochable alocución de Manini Ríos. Al interior de esta coalición “no hay un proyecto político claro que no sea sacar al FA y, sin duda, favorecer inmediatamente a sus sectores aliados: las FF. AA., los sectores más ricos, los exportadores y la agenda conservadora-religiosa.”[i]
El Frente Amplio obtuvo, gracias a los resultados de octubre, la primera minoría en ambas Cámaras. Y si bien como consignó la Alianza Multicolor en el acuerdo denominado “Compromiso por el país”, los legisladores electos por sus fuerzas sumarán en conjunto 56 bancas a la Cámara de Representantes sobre 99 -30 del PN, 13 del PC, 11 de CA, 1 del PI y 1 del PG- y 17 al Senado sobre 30 -10 del PN, 4 del PC y 3 de CA-, en caso de ser Gobierno el PN no contaría con una mayoría propia. Por el contrario, resulta difícil prever cuánto tiempo durará la amalgama y, por ende, las mayorías en las Cámaras, dado que no se trata de dos sino de cinco actores con diferentes tensiones internas y tan sólo un interés común: derrotar al Frente Amplio.
A la espera de la consagración
Mirando los votos a nivel regional podemos encontrar fortalezas y debilidades en ambos bandos. Por el lado del FA, le costó hacer pie en el interior del país y tan sólo se impuso en dos de los diecinueve departamentos: Montevideo y Canelones. Claro que, sin embargo, estos son los dos más populosos, por lo que las diferencias cosechadas allí -54,76% a 41,33% y 51,28% a 44,65% respectivamente- le permitieron emparejar la elección, especialmente los más de 120.000 votos de diferencia conseguidos en la capital. Por el lado el la Alianza Multicolor, si bien con una mirada optimista puede mostrar que se impuso en los diecisiete departamentos restantes, a su vez lo hizo con porcentajes menores a las sumas que habían conseguido sus cinco fuerzas en la primera vuelta, evidenciando algunas dificultades para que el candidato blanco captase en su totalidad a quienes votaron por el PC, CA, PI y PG.
Un triunfo de Lacalle Pou significaría el punto final para el Gobierno continuado del Frente Amplio, durante un período de 15 años en el cual Uruguay tuvo un sostenido crecimiento económico y una incuestionable agenda de ampliación de derechos. De momento y a la espera del escrutinio definitivo, el futuro mandatario deberá tener muy en cuenta que se trata de la primera vez desde la reforma de 1996 en que se consagra una fórmula sin haber superado el 50% de los votos emitidos. Más de la mitad de la población no votó por el ganador, porción mayoritaria de la población a la que no deberá desoír el próximo presidente de Uruguay.
[i] https://www.celag.org/uruguay-final-de-campana-para-una-eleccion-decisiva/