La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, decidió cambiar la orientación política del Ministerio de Hacienda y sustituyó al liberal Joaquin Levy por el hasta ahora Ministro de Planificación, Nelson Barbosa. Economista y profesor en la Universidad Federal de Rio de Janeiro, también ha ejercido varios cargos en la gestión pública en los gobiernos del PT. Fue Secretario de Acompañamiento Económico y Secretario de Política Económica durante los gobiernos de Lula, y Presidente del Banco de Brasil y Ministro de Planificación en los gobiernos de Rousseff.
La relación del nuevo titular de Hacienda con el ahora ex Ministro Levy tuvo sus vaivenes, particularmente en relación a las metas fiscales que debía tener el país para 2015/16. Levy redujo sus aspiraciones hasta establecer una meta del 0,7% del PIB para el próximo año, en tanto Barbosa bregaba por una meta del 0,5%, que finalmente fue la aprobada por el Congreso. Tal vez ya con conocimiento del cambio que se avecinaba, el Congreso Nacional aprobó el pasado 17/12 la Ley de Directrices Presupuestarias, modificando lo aprobado en noviembre por la Comisión Mixta de Presupuesto (reduciendo la meta del 0,7% al 0,5% del PIB), con el objetivo de impedir el recorte de 10 mil millones de reales en el programa Bolsa Familia. A diferencia de Levy, Barbosa tiene una buena relación con el ala oficialista del PMDB, especialmente con Renan Calheiros, Presidente del Senado. Levy, por su parte, poca sintonía tenía con la base aliada en el Congreso; de hecho, varias de sus propuestas fueron rechazadas y algunas directamente revertidas por las llamadas “pautas bomba” (leyes que incrementaban el presupuesto donde el Ministro pretendía reducirlo).
Al ahora ex Ministro no le ha resultado sencillo gestionar la cartera de economía bajo un gobierno cuya mitad, por decir una cifra, no lo apoyaba. Buena parte del PT jamás lo aceptó como conductor de la economía del país, en tanto sus recetas de ajuste se basaban en recortes presupuestarios en áreas sensibles a las clases trabajadora y media. Tampoco tuvo apoyo entre los movimientos sociales como el MST o el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo, ni de las principales centrales sindicales. Sumado a ello, Levy no consiguió equilibrar las cuentas ni reducir el riesgo de inversión impuesto por las calificadoras, razones por las cuales Rousseff lo habría designado. No consiguió, asimismo, mejorar los indicadores de inflación y de empleo. La propuesta de reducción de la meta fiscal que se aprobó finalmente fue presentada por el propio gobierno; una propuesta que contrariaba la política de Levy y que fue criticada duramente por éste como “inconveniente”. Su futuro en el gobierno de Rousseff ya tenía los días contados.
La salida de Levy y su reemplazo por Barbosa es vista como un triunfo del ala izquierda del PT: es el giro que reconduce la política económica en la senda de las promesas de campaña de Rousseff. Ello, como era previsible, generó una reacción negativa por parte de las calificadoras de riesgo como Standard & Poor’s y Fitch, que al conocerse el cambio hacia lo que llaman “populismo fiscal” le quitaron al país el grado de inversión, ubicándolo en grado especulativo. Sin embargo, otros actores de la economía brasileña han mostrado confianza en que la designación de Barbosa contribuirá a la gobernabilidad económica. El presidente de Bradesco (segundo mayor banco privado de Brasil), Luiz Carlos Trabuco Cappi, señaló que “Él tiene sintonía con la presidente Dilma, tiene su confianza y va a lograr afinar el discurso interno y unificar las acciones, dando seguridad al mercado”. En la misma línea se pronunciaron el presidente de Anfavea (Asociación Nacional de Fabricantes de Vehículos Automotores), Luiz Moan, y el dueño de la constructora MRV, Rubens Menin.
El desafío de Barbosa no es menor que el de Levy. Los principales indicadores macroeconómicos, que se han deteriorado sensiblemente en el último tiempo, deben mejorarse. También tendrá que salir airoso de las acusaciones sobre las “pedaladas fiscales” por parte del Tribunal de Cuentas de la Unión. La oposición señala a Barbosa como uno de los mentores del hecho por el que se está pidiendo el impeachment de Dilma Rousseff, esto es, la supuesta ilegalidad de las maniobras fiscales del gobierno en 2014 para cerrar las cuentas (“pedaladas fiscales”). Como ya se ha señalado en una reciente nota[1], el proceso abierto contra la presidenta no tiene demasiadas chances de prosperar, máxime con el rechazo de esta maniobra de la oposición por parte del Supremo Tribunal de Justicia, de diversas organizaciones de la sociedad civil, reconocidos juristas y refrendada por multitudinarias manifestaciones en las calles el pasado 16/12, en 42 ciudades.
La gente en las calles manifestó claramente su rechazo al proceso de impeachment, pero también a la política de ajuste que el gobierno venía aplicando desde comienzos de año. La salida de Levy va en esta dirección; y la elección de Barbosa es mucho más coherente ideológica y políticamente con el gobierno y sus principales apoyos sociales.
[1] https://www.celag.org/nuevo-ataque-contra-dilma-por-agustin-lewit-y-camila-vollenweider/