La población colombiana votó muy diferente a las regionales de hace 4 años atrás: uno de esos cambios ha reflejado el debilitamiento del poder del uribismo.

Como señalamos en nuestro informe preelectoral, el domingo 27 de octubre se realizaron las elecciones regionales en las que los colombianos y las colombianas eligieron a los 32 gobernadores, 418 diputados departamentales, 1.101 alcaldes, 12.063 concejales y 6.814 ediles en los municipios. La participación creció en dos puntos respecto de la elección regional del 2015, y seis puntos en relación con las elecciones presidenciales del 2018; en esa ocasión alcanzó el 61,25% de las personas habilitadas para votar (22.189.063 votantes de 36.581.160 potenciales).

Las elecciones se desarrollaron en medio de un ambiente de polarización en los ámbitos locales, con acciones violentas contra candidaturas -amenazas, asesinatos (26)- y otras orientadas a coaccionar a las y los electores, en especial en los municipios de menos de 200 mil habitantes. Algunos clanes políticos de derechas se posicionaron en las regiones para sostener sus poderes locales, con campañas muy costosas y la unificación de diversos sectores políticos, generando coaliciones unitarias de la derecha que no en todos los casos resultaron victoriosas. Hubo algunas sorpresas.

El partido de gobierno, el uribismo, perdió en los bastiones principales, donde siempre ha sido muy fuerte la figura del expresidente; perdieron en Antioquia, Medellín y el Eje Cafetero (Caldas, Quindío, Risaralda), y en Bogotá terminaron en el cuarto lugar. Obtuvieron 2 gobernaciones -Casanare y Vaupés-, una más que en 2015, pero que en el mapa político representan poco por la baja densidad poblacional. Los demás partidos de la derecha, Cambio Radical, Partido Conservador y Partido de la U, ganaron la mayoría de las gobernaciones y alcaldías en coaliciones. Siguen siendo los principales grupos de poder en los departamentos y en las alcaldías.

El Partido Alianza Verde, fue el partido que más creció, en especial porque se hizo con la Alcaldía de Bogotá en coalición con el Polo Democrático, imponiendo a la primer mujer alcaldesa del distrito, Claudia López; 2 capitales de departamento: las alcaldías de Cúcuta (frontera con Venezuela), y de Manizales, en el Eje Cafetero; 1 gobernación (Boyacá) en coalición con el Partido Liberal, y otras 49 alcaldías. De otro lado, la coalición Colombia Humana-UP, liderada por Gustavo Petro, no resultó efectiva en la elección: el candidato Hollman Morris terminó tercero en la elección de la alcaldía de Bogotá, no obtuvo gobernaciones -salvo Huila, en coalición- y el candidato que apoyaba para la alcaldía de Cali, pero no perteneciente a su movimiento, resultó ganador.

Otro resultado destacable de las elecciones fue el triunfo de varios candidatos independientes en ciudades donde la política tradicional es muy fuerte, como en Medellín, Cartagena, Santa Marta y Villavicencio. Hubo un rechazo contra el uribismo en los grandes distritos electorales, mostrando un desgaste de su política belicista y un malestar con el Gobierno nacional. Duque resulta perdedor en medio de los grandes problemas de la economía y de la creciente demanda social. El petrismo no logró espacios de gestión municipal, aunque algunos de sus aliados sí lo hicieron, como Carlos Caicedo en la gobernación del Magdalena. Sergio Fajardo se fortalece con el triunfo de los «verdes» en Bogotá y de los independientes en Medellín, aunque sigue sin una fuerza propia con gestión territorial.

Resultados en las gobernaciones

A continuación, se presenta un cuadro que muestra las gobernaciones en disputa y las formas de estructuración de las candidaturas. Como se puede ver, fueron las coaliciones entre partidos, especialmente los expartidos que conformaron el Gobierno de Juan Manuel Santos. El Partido Liberal, con 31 candidaturas propias y de coalición, resultó el que más proyección logró. Junto con Cambio Radical, liderado por el exvicepresidente Germán Vargas Lleras, con 29 candidaturas, resultaron las dos formaciones políticas con mayor participación y, como se verá más adelante, con los mejores resultados.

El Partido Conservador y el Centro Democrático participaron en todo el país. El primero, manteniendo una fuerza que le permite ser un espacio político importante; aunque deslucida, la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, perteneciente a esa formación, apoyó muchas de estas candidaturas con un relativo éxito, y en ese sentido se puede afirmar que se despegó de la derrota uribista. El Centro Democrático también realizó una gran apuesta: tenía 10 candidaturas a gobernación en solitario y 16 en coalición.

Los partidos progresistas y las formaciones de minorías étnicas (AICO, MAIS, Afrocolombianos) hicieron un ejercicio electoral superior al del 2015, presentando más candidaturas y coaliciones para disputar los gobiernos departamentales, contra las maquinarias y lo fuertes poderes de derecha afincados en éstos. Alianza Verde, con 21 candidaturas, 8 propias y 13 en coalición; Colombia Humana-UP con 3 candidaturas propias y 9 en coalición; y el Polo Democrático, con 7 propias y 9 coaliciones.

Un asunto por resaltar es la creciente participación de las iglesias neopentecostales en las elecciones: el Partido Colombia Justa Libres, se presentó con 16 candidaturas propias y 8 coaliciones, sabiendo utilizar su participación actual en la bancada gobiernista en el Congreso y las cuotas de poder en la Administración del Estado.

Los resultados

El Partido Liberal fue el que más triunfos obtuvo, con 2 gobernaciones en solitario (Córdoba y Sucre) y 13 en coalición, una elección que le mantiene como uno de los partidos con mayor peso territorial, aunque tenga una débil participación en las elecciones nacionales pues no cuenta con políticos de proyección en esa escala. El Partido de la U, liderado por el expresidente Santos, logró 1 gobernación en solitario (Guainía) y 13 gobernaciones en coalición. Esta formación disminuyó su capacidad electoral.

Cambio Radical, el partido de Germán Vargas Lleras, ganó 13 gobernaciones en coalición, manteniendo su fuerza en departamentos con alta densidad electoral, como Cundinamarca, Atlántico, Antioquia, Cesar y Valle del Cauca. Es, quizás, la fuerza que sin tener gobernadores en solitario, cuenta con la mayor capacidad de gestión territorial. En el 2015 también le había resultado muy bien la elección, lo que hacía pensar en la excelente posición de fuerza para la candidatura presidencial de Vargas Lleras en 2018; no resultó cierto, puesto que este político quedó relegado a un cuarto lugar, con un 7% de votación, y sin chances de incidir en la segunda vuelta.

El Partido Conservador conserva 1 gobernación en solitario (Caquetá) y 11 en coalición, obteniendo unos resultados superiores a su aliado, el Centro Democrático. Este, de la mano de Uribe, logró ganar en solitario dos gobernaciones (Casanare y Vaupés) y 5 gobernaciones en coalición, en distritos electorales muy pequeños como Amazonas, Guaviare y Vichada, lo que muestra un gran retroceso. La otra fuerza de la coalición parlamentaria que apoya el Gobierno de Duque, el partido neopentecostal Colombia Justa Libres, logró 2 gobernaciones en coalición, Risaralda y Chocó, registrando una muy buena elección ya que es la primera vez que participan en una contienda regional.

El progresismo no tuvo una gran elección en las gobernaciones, pues al poder político regional lo ostentan grupos con poder económico y en los municipios medianos y pequeños (que nutren la elección a gobernador) las dinámicas de poder tradicional siguen siendo muy fuertes. Sin embargo, esta elección resultó mejor que la del 2015 para estas formaciones políticas. Alianza Verde, por ejemplo, ganó 4 gobernaciones en coalición -Boyacá, Antioquia, Caldas y Chocó-; el Movimiento Alternativo Indígena y Social (MAIS), ganó en 4 gobernaciones de coalición – Huila, Arauca, Caldas y Meta; el Polo Democrático y la Colombia Humana-UP, ganaron la gobernación de Huila en coalición con otras fuerzas; y Carlos Caicedo, de Fuerza Ciudadana y aliado de Petro, ganó la gobernación Magdalena.

Alcaldías

En las elecciones celebradas el pasado 27 de octubre, estaban en disputa 1101 alcaldías municipales. De acuerdo con los resultados del preconteo presentados por la Registraduría Nacional del Estado Civil, cerca de 530 alcaldías fueron ganadas por coaliciones, en su mayoría conformadas por los partidos Liberal, Cambio Radical, Conservador, Centro Democrático, y la U. Se consolida la tendencia a generar coaliciones interpartidistas para lograr el poder municipal, pues en el 2015, en 274 municipios las alcaldías habían sido ganadas por coaliciones. Eran más los candidatos presentados por una sola fuerza política.

El crecimiento de las coaliciones tiene una consecuencia directa sobre la disminución de las alcaldías sostenidas por los partidos en solitario. El Partido Social de Unidad Nacional, la fuerza que ostentaba el mayor número de alcaldías (182), en estas elecciones sólo obtuvo 87, perdiendo más del 60%. El Partido Liberal perdió cerca de 58 alcaldías, llegando en solitario a 99 gobiernos municipales. El Partido Conservador fue la fuerza que menos perdió poder local, obtuvo 119 alcaldías en 2019, 40 menos que en 2015. Y Cambio Radical, pasó de 133 alcaldías a 61, perdiendo más de la mitad de las obtenidas en 2015.

El partido Centro Democrático (uribismo), ganó 71 alcaldías, 16 más que en el 2015; el partido Colombia Libre Justos (neopentecostales) obtuvo 4 alcaldías. Estas fuerzas crecen en municipios medianos y pequeños; en las ciudades con votos de opinión mostraron menos capacidad para imponerse y, aunque el número de alcaldías es importante, no son las más determinantes en el mapa político nacional, pues no ganan en ninguna capital de departamento.

El progresismo, por su parte, no logra crecer de forma importante en sus disputas locales por la gestión territorial . Sí ganaron en distritos electorales de peso, como Bogotá, Cúcuta, Bucaramanga, Manizales y Cali. El Partido Alianza Verde logró 51 alcaldías, 26 más que en el 2015; MAIS consiguió 21 alcaldías; el Polo Democrático 3, y Colombia Humana-UP, sólo se impuso en 1 alcaldía. Esto último con una particularidad: el candidato ganador es el exguerrillero de las FARC, Julián Conrado, quien está en proceso de reincorporación.

Otras formaciones políticas, como ASI, ADA, AICO y Colombia Renaciente, lograron algunas alcaldías, aunque estas formaciones son conocidas por entregar avales a políticos locales que no representan proyectos políticos ligados a éstos. Son partidos que obtienen el reconocimiento ante el Consejo Nacional Electoral como minorías étnicas, indígenas o afrodescendientes.

Las grandes ciudades

La concentración poblacional en Colombia está en las grandes ciudades, capitales de departamento y en el Distrito Capital de Bogotá. En ese sentido, la elección de estos distritos resulta importante, y en esta ocasión sectores independientes de las maquinarias tradicionales se impusieron allí.

En la capital del país, Claudia López se impuso con el 35,21% de los votos en una estrecha y disputada elección con Carlos Fernando Galán (32,48%), quien se presentó como independiente, pero que hace parte de la política tradicional ya que fue presidente y vocero de Cambio Radical, así como concejal de Bogotá y senador por esa formación política. El tercer lugar lo ocupó el petrista Hollman Morris (13,99%), y el candidato del uribismo, Miguel Uribe Turbay, quedó en cuarto lugar con el 13,56%.

El resultado muestra un cambio moderado en la política de la ciudad, donde retoma el Gobierno una propuesta con matices progresistas. Los derrotados de esta elección en la ciudad son el actual alcalde, Enrique Peñalosa, que le apostaba al triunfo de Galán, y el uribismo, que no logra tener una fuerza con peso en la ciudad. El petrismo perdió también, en especial porque no contará con el apoyo de la gestión distrital en las aspiraciones presidenciales de Petro, aunque consolidó una votación importante y se mantiene como una fuerza clave en la política.

La gran sorpresa en estas elecciones fue el triunfo de Daniel Quintero en Medellín, quien le ganó al uribismo en su bastión electoral. El presidente Iván Duque ganó las elecciones presidenciales por la enorme diferencia obtenida en Medellín y Antioquia sobre Petro, por lo que la derrota tiene, además, un mensaje de inconformidad con la gestión presidencial. Quintero obtuvo el 38,56%, casi nueve puntos más que el candidato uribista, Alfredo Ramos (29,88%), y dejó en el tercer lugar a Santiago Gómez, del fajardismo, con el 12,09%.

Dos candidatos outsiders llegaron a dos alcaldías intermedias, William Dau en Cartagena y Jairo Yáñez en Cúcuta. El primero es un profesional que no había participado en política: se presentó por las firmas de un grupo de ciudadanos y les ganó a los poderosos clanes cartageneros con una campaña austera que sólo costó 15 mil dólares, y cuya consigna principal fue la lucha contra la corrupción. En Cúcuta, una ciudad dominada por políticos ligados al paramilitarismo y con una tradición muy conservadora, Yáñez realizó una candidatura muy particular. Con un megáfono salió a recorrer las calles de la ciudad contando su programa de gobierno; derrotó a las maquinarias con la propuesta de acabar con la corrupción y gestionar acciones para superar las graves situaciones de pobreza de la ciudad.

En Cali y Santa Marta triunfaron aliados de Gustavo Petro. Jorge Iván Ospina, en Cali (37,93%), ganó de forma holgada sobre su principal contrincante, Roberto Ortiz (25,43%), apoyado por el uribismo. En Santa Marta, el movimiento Fuerza Ciudadana se impuso con la candidata Virna Jhonson, con el 63,43% de los votos sobre el candidato uribista, Juan Carlos Palacio (16,23%)

De las grandes ciudades del país, sólo Barranquilla quedó en manos de la derecha y de los clanes políticos. El candidato de Cambio Radical y de todos los partidos de derecha se impuso en una ciudad que lleva varios periodos gobernada por una familia multimillonaria, los Char, dueños del equipo Junior de Barranquilla y de una cadena de supermercados.

Conclusiones y tendencias

De este proceso electoral se pueden generar algunas conclusiones que advierten tendencias sobre los escenarios políticos del país. La primera es que existe un reacomodo de fuerzas políticas en todas las regiones, donde vienen emergiendo proyectos políticos independientes cansados de la política tradicional. La ciudadanía está buscando resoluciones sobre las problemáticas económicas y contra la corrupción y empieza a dejarse de lado los debates confrontativos y ligados a la guerra. Es por ello que el uribismo está en franco retroceso: al parecer, en el imaginario nacional, la emocionalidad sobre el expresidente se torna negativa y ya no resulta un gran elector. Si la Presidencia de Iván Duque mantiene su tendencia al fracaso, podría ser el ocaso de la ultraderecha.

Los sectores progresistas no logran construir un espacio político de unidad que les permita obtener mayores y mejores resultados. El personalismo de algunos espacios, como el petrismo y el fajardismo, son importantes para la disputa en contra de los partidos de derecha, pero hacen mella en la posibilidad de articular las fuerzas y ofrecer la alternativa que, al parecer, anda buscando la población; ésta reconoce cada vez más cuáles son sus problemas y se aleja de a poco del apoyo a las maquinarias.

La participación de la exguerrilla de las FARC en estas elecciones regionales se vio frustrada por la enorme violencia en su contra y en los territorios donde tenía su más importante presencia. Sin embargo, logró ganar una alcaldía en coalición con Colombia Humana-UP. El progresismo no la recibe como fuerza política en sus coaliciones, al considerar que son mal vistos por la población y no representan caudales importantes de votos. Falta mucho para consolidar la paz.

Las formaciones políticas de derechas, en cambio, están actuando con mayores niveles de coordinación y en alianzas eficientes que les permiten mantener el poder territorial. El pragmatismo que las caracteriza se refleja en el apoyo de los candidatos más opcionados en las gobernaciones y municipios, a cambio, claro está, de la distribución de puestos y recursos. Este esquema les permite mantenerse competitivos para las elecciones nacionales y con un poder territorial sin grandes desafíos, salvo en los grandes distritos electorales de las ciudades, donde los votos de opinión pesan más que las maquinarias.

Javier Calderón Castillo

Doctor en Ciencias Sociales (UBA) (Colombia)

Javier Calderón Castillo es magíster en Sociología por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Doctor en Ciencias Sociales de la UBA. Es miembro del Grupo de Pensamiento Crítico Colombiano del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe, IEALC-UBA.