Décadas de neoliberalismo han hecho cada vez más inaccesible el mercado inmobiliario para las mayorías.

La casa propia es uno de los anhelos más profundos de los latinoamericanos. Encarna la mayor fuente de seguridad económica en un modelo históricamente excluyente y carente de oportunidades. Sin embargo, este sueño se aleja cada vez más para millones de chilenos y colombianos. Luego de décadas de neoliberalismo, boyante crecimiento y estabilidad macroeconómica en ambas naciones, el modelo deja un saldo categórico: hoy es más difícil tener una vivienda propia que hace una década (gráfico 1).

Desde el año 2006 Colombia experimenta una espiral en los precios de su mercado inmobiliario. El ratio precio de vivienda-ingreso creció 36 % en 13 años. Es decir, dado el ingreso vigente, hoy es un 36 % más difícil acceder a una vivienda en Colombia que hace 13 años. En Chile la situación es aún peor: en tan solo ocho años, desde el 2012, la espiral hacia arriba de precios de los bienes inmuebles está pulverizando la capacidad de los trabajadores para poder atesorar una vivienda; para una familia chilena hoy es un 57 % más difícil poder comprar una vivienda que hace ocho años (gráfico 1).  En la OECD este ratio creció tan solo 8 % en 20 años.

Ante el rotundo fracaso de un modelo que sintonice con las esperanzas cotidianas de millones de ciudadanos, el pensamiento dominante se reinventa de forma ingeniosa. Han desplegado una estrategia mediática para convencer que los anhelos de casa propia son anacrónicos y que se puede vivir eternamente de alquiler. Buscan instalar la idea de una “vibrante” sociedad de inquilinos como paliativo al mal logrado modelo del goteo. Esta idea, importada desde economías desarrolladas, solo es viable cuando existe un ingreso permanente, estable y previsible a lo largo del ciclo de vida. Básicamente cuando existe mercado laborales formales y pensiones dignas para la vejez. Esta no es la realidad de Chile ni de Colombia, todo lo contrario. En ambas naciones no hay pensiones, las que hay son de miseria, el mercado laboral es altamente informal y existe un desigual acceso al mercado financiero.

La economía de mercado en Chile y Colombia sigue erosionando el derecho básico a una vivienda. Esta brecha cada vez más grande entre el precio de la vivienda y el ingreso familiar seguirá empujando a que más gente pague renta y a un cada vez mayor poder de los propietarios inmobiliarios para imponer el precio. La alta concentración de la vivienda presiona hacia abajo el consumo familiar de otros bienes y debilita así la capacidad de vivir dignamente.

El problema de la vivienda no solo es una cuestión de justicia. Las burbujas inmobiliarias debilitan la estructura meritocrática del mismo sistema capitalista y erosionan las fuerzas productivas. En un mercado donde los precios de los arriendos son volátiles y libres, el precio de la vivienda detona problemas sobre la producción de bienes. Si la gente tiene que pagar cada vez más en arriendo, eso reduce el consumo de otros bienes y servicio y afecta a sectores productivos que venden esos bienes y servicios. En definitiva, presiones sobre el precio del arriendo trasladan la ganancia desde sectores productivos ‒agro e industria‒ hacia sectores por naturaleza rentistas como son los propietarios inmobiliarios.

Nicolás Oliva

Máster en Economía del Desarrollo (FLACSO) y en Economía Aplicada (UAB) (Ecuador)

Nicolás Oliva es licenciado en Economía por la Universidad Católica del Ecuador (PUCE). Máster en Economía del Desarrollo por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y máster en Economía Aplicada por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Candidato a doctor por la UAB. Se ha desempeñado como investigador del…