A una semana de conocer quién será el futuro presidente de Argentina durante los próximos cuatro años, finalizó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA) el segundo debate presidencial entre los aspirantes al máximo cargo ejecutivo.
El evento, organizado por el Consejo Nacional Electoral, se realiza por disposición de la Ley 27.337, sancionada en 2016, y obliga a los candidatos argentinos que superaron las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) a presentarse al debate a costa de perder los minutos disponibles para emitir sus piezas de propaganda en televisión. El de este domingo se trató de la segunda instancia (la inicial se realizó en la Universidad del Litoral) y congregó a los seis contendientes habilitados para la primera vuelta: Alberto Fernández (Frente de Todos), Mauricio Macri (Juntos por el Cambio), Roberto Lavagna (Consenso Federal), Nicolás del Caño (Frente de Izquierda), José Luis Espert (UNITE) y Juan José Gómez Centurión (NOS).
El temario del debate fue consensuado previamente entre la organización y los equipos de campaña de los distintos candidatos. Esta vez las temáticas seleccionadas fueron: Empleo, Producción e Infraestructura; Federalismo, Calidad institucional y Rol del Estado; Desarrollo social, Ambiente y Vivienda; Seguridad. En cuanto a la modalidad, los candidatos dispusieron de 45 segundos para presentarse, dos minutos por eje temático, un espacio de intercambio de 30 segundos con posibilidad de interpelación, y otros 30 segundos para la respuesta o cierre. Asimismo, contaron con un minuto final para exponer sus conclusiones.
En la previa, la modalidad del debate fue criticada por lo tabicado de la dinámica, la poca capacidad de interacción y repregunta, y por tratarse de un formato que evitaba el contrapunto y facilitaba algunas exposiciones aisladas e individuales. El evento fue moderado por los periodistas Marcelo Bonelli, María O’Donnell, Mónica Gutiérrez y Claudio Rígoli, propuestos por los principales canales de televisión por aire, quienes actuaron divididos en duplas y condujeron dos bloques temáticos cada uno.
Al igual que la edición anterior, la disposición de los candidatos y el orden de las intervenciones se realizó por sorteo. Todos estuvieron de pie frente al atril, sin ningún tipo de apunte, documento o dispositivo móvil, aunque pudieron contar con hojas en blanco y una lapicera disponible para realizar anotaciones.
“Nosotros” contra “ellos”
En términos de desempeño y estrategia, se pudo ver a un Mauricio Macri un poco más suelto que en su intervención anterior, orientado a consolidar a su nicho de representación y volcado a disputar el voto más conservador, que se evadió de sus boletas en las figuras de Espert y Gómez Centurión. Macri, quién llegara a la Presidencia bajo el mantra de “unir a los argentinos”, se valió de una clara grieta discursiva para plantear su estrategia de debate. “No somos todos iguales”, fue la condensación de una apuesta retórica que se completó con un “Nosotros somos distintos a ellos”, que separó las aguas del tablero político y buscó reafirmar una polarización binaria donde sólo existen dos alternativas: “nosotros” o el kirchnerismo.
La propuesta de “ellos”, un adversario lejano y en tercera persona, en lugar de enfrentar un “ustedes”, en interpelación directa a Alberto Fernández, presente en el piso, le permitió a Macri reforzar una idea de contradicción antagónica e insalvable, la misma que le sirvió para llegar y sostenerse en el poder: república o populismo, “nosotros” o el kirchnerismo. Gran parte de su exposición se jugó en construir al adversario a medida de sus necesidades: corrupción en obra pública, funcionarios imputados, Venezuela, vínculos con las mafias y el narcotráfico. Incisivo y acusador, un Macri sin traje de presidente, cumpliendo el rol que decidió asumir para este tramo de campaña y que mejor le sienta: oposición de la oposición.
Del otro lado, Alberto Fernández fue de menor a mayor. A tono con un debate más tenso que en su edición anterior, el postulante del Frente de Todos comenzó respondiendo a las acusaciones sobre el “dedo acusador” que se le señalaran en la primera instancia. “Le dedicaron tiempo a mi índice pero mi índice solo marca errores y señala inconductas. Sería bueno que nos dediquemos a otros índices”, fue el recurso que utilizó para dar dar pie a la recopilación de los datos de desocupación, inflación y pobreza. La crítica a la gestión macrista y el señalamiento de la crisis económica fueron el plafón desde el que se edificó gran parte del recursero discursivo del candidato peronista
De local, en la casa de estudios donde se formó y ejerce la docencia, Fernández respondió acusaciones de Macri y Espert, y se consolidó sobre una serie de propuestas: Ministerio de Vivienda, desdolarización de tarifas y Consejo de Seguridad. En este último eje, a modo de espejo invertido frente a la exigencia de “mano dura” de varios candidatos, respondió que “las sociedades más igualitarias son las que menos crimen tienen”.
Fernández, en continuidad con el cariz propuesto en la instancia anterior, señaló que los datos presentados por Macri eran falaces y se valió de estadísticas para refutar los argumentos oficialistas. “Definitivamente no nos parecemos en nada, presidente”. De modo más sutil, Fernández encarnó la polarización propuesta por Macri: Estado presente contra “patria contratista”, empleo y PYMEs frente a “uberización” del mercado laboral. Finalmente, y en un gesto a tono con el desarrollo de su campaña, concluyó sentenciando “Que en la grieta se queden ellos, vamos a abrazarnos todos, nos merecemos la Argentina que todos soñamos”.
En un gris confuso, cercado entre dos opuestos crecientes, Roberto Lavagna se notó incómodo al momento de encontrar un eje de intervención en un debate que no lo favoreció. Con una polarización en aumento, la última encuesta CELAG señala una tendencia menguante en la intención de voto del economista que intentó representar la “ancha avenida del medio” en el escenario político argentino. Orientado a denunciar la falta de viviendas y el estancamiento económico del país, su intervención destacó más por el lapsus que tuvo durante su exposición que por su performance argumentativa.
Más allá de su buen desempeño como economista mediático, José Luis Espert quedó fuera de discusión y relegado al debate entre extremas derechas e izquierda. Junto con Centurión, intentaron conservar sus magros resultados de las primarias radicalizando su discurso y borrando las fronteras entre las dos propuestas del conservadurismo argentino: su vertiente más liberal y su variante autoritario-nacionalista. Del Caño, por su parte, aportó una mirada más escorada a la izquierda que fustigó la gestión macrista, pero que también aprovechó para diferenciarse de la campaña del Frente de Todos.
Resucitando
Los principales medios de comunicación masiva buscaron posicionar en sus titulares a un Macri sólido y un Fernández a la defensiva, en un evidente intento por marcar la diferencia con el debate anterior, donde el candidato del Frente de Todos se mostró más cómodo y con mucho mayor aplomo que su rival. Un contraste entre dos adversarios antágonicos, editorializado por uno de los pilares que sostuvieron la gobernabilidad del macrismo. El autor prologando su propia tesis.
“Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí, resucitando”, recitó en su minuto final Alberto Fernández, citando a la cantautora y poeta argentina María Elena Walsh. La frase suena a metáfora de un país que ve cerrar un corto ciclo neoliberal para darle paso a una nueva instancia progresista. ¿Conclusiones del debate? En apenas dos horas, con un formato incómodo para la polémica y el contrapunto, se pudo ver una muestra edulcorada del escenario político que se reconfigura para la siguiente etapa de una Argentina en disputa: un Fernández sólido y sin miedo a contrastar frente a un Macri vestido de opositor y replegado en su nicho más duro.