El desbalance de las cuentas externas colombianas ha incrementado sistemáticamente la dependencia de la deuda externa durante los últimos años. Esta dinámica ya se encuentra condicionando la autonomía de la política económica local. Asimismo, el encarecimiento de la tasa de interés estadounidense aumenta el costo de financiamiento del país, haciendo aún más endeble la sustentabilidad del sector externo.
En los últimos cinco años el déficit de cuenta corriente promedió los 4 p.p. del PIB (Producto Interno Bruto). En otras palabras, esto significa que el país perdió más de 15.000 millones de dólares por año a causa del déficit comercial, de la remisión de utilidades y del pago de intereses. La forma adoptada por la administración Santos para cubrir este desbalance fue incrementar la deuda externa. Así, entre 2012 y 2017[1], la deuda externa pública sobre el PIB prácticamente se duplicó, pasando de 12,5 % del PIB a 23,2 %. La deuda externa privada también reaccionó en el mismo sentido y aumentó de 8,8 % a 16,6 %. De esta manera la deuda externa total sobre el PIB se ubica en 40 %, cuando cinco años atrás orillaba el 20 %.
Los peligros de esta dinámica son varios. En el corto plazo ya se observan condicionamientos a la política económica por parte del sistema financiero internacional. Tomemos el caso de la agencia calificadora Standard & Poor´s, que en diciembre bajó la calificación de la deuda soberana colombiana de BBB a BBB-, lo que deja al país al borde de ser considerado un país de inversiones estables a riesgosas[2]. Uno de los argumentos que utilizó S&P para cuestionar a la economía colombiana se sostenía en las dificultades para cumplir la regla fiscal, lo que en otras palabras significa pedir que baje el gasto público.
La respuesta del Gobierno fue absolutamente condescendiente. El ministro de Hacienda Cárdenas argumentó que se encuentran trabajando para estabilizar la economía y en ese sentido destacó las políticas de ajuste llevadas adelante por su administración, como la devaluación del peso, el aumento de las tasas de interés y la reforma impositiva que incrementó el IVA entre otras cosas. El Gobierno, en lugar de confrontar se encolumna detrás de los reclamos y plantea que se encuentra en el camino del ajuste. Por lo tanto la primera conclusión que se puede establecer es que el financiamiento vía deuda externa requiere someterse a las demandas del sistema financiero internacional, el cual se caracteriza por exigir políticas de liberalización y ajuste.
Además de las demandas de la banca internacional, con las cuales el Gobierno parece absolutamente alineado, en los primeros meses de 2018 aparecieron nuevos problemas para la política de endeudamiento colombiana. Se trata de la suba de la tasa de interés en Estados Unidos. En el último mes la tasa a diez años de los bonos estadounidenses subió veinte puntos básicos, pasando de 2,66 % a 2,86 %. En esa línea la tasa de los bonos colombianos a diez años subió trece puntos básicos, subiendo de 6,37 % a 6,51 %. En los próximos meses se espera que la Reserva Federal incremente la tasa de referencia, a la luz de que la inflación en Estados Unidos superó lo previsto por el mercado, impactando así en el costo de financiamiento de Colombia[3].
Es un gran problema porque los intereses se acumulan y se deben pagar, la deuda es una bola de nieve. Entonces, mientras Colombia no resuelve sus problemas estructurales – como ser una economía muy dependiente de las importaciones de bienes industriales y de contenido tecnológico y estar altamente extranjerizada- se profundizará la pérdida de divisas por pagos asociados a la deuda. Sólo la subida del precio de los commodities puede mitigar un poco el déficit de cuenta corriente (al aumentar los ingresos por exportaciones).
En Colombia se dirimen dos modelos económicos. Uno basado en el endeudamiento y los condicionamientos internacionales y otro basado en el diseño de políticas autónomas que apunten a resolver los problemas estructurales. Quizás en mayo las elecciones presidenciales diriman que camino transitará el país.
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[1] Los datos de deuda externa de 2017 comprenden los meses de enero a noviembre, ya que aún no fueron publicados los números de diciembre.
[2] Esto implicaría un mayor costo de financiamiento y menor accedo al crédito, en un contexto donde Colombia se volvió muy dependiente del endeudamiento.
[3] Se supone que un bono de Estados Unidos se encuentra libre de riesgo. De esta manera cuando se adquiere un bono de otro país para determinar la tasa se adiciona la tasa de interés de Estados Unidos con una supuesta prima de riesgo del país en cuestión.