Donald Trump volvió a patear el tablero e inició un nuevo capítulo en la guerra comercial entre Estados Unidos y China tras tres meses de tregua y negociaciones. Los efectos de la pelea entre las principales potencias del mundo se sienten a lo largo del globo, y en América Latina en particular. La guerra comercial entre las dos principales potencias del mundo no es un hecho aislado y coyuntural, sino que forma parte de una sucesión de acontecimientos en la esfera internacional que son sintomáticos del caos sistémico derivado de la crisis de hegemonía. Entre los acontecimientos a destacar encontramos la crisis financiera y económica desatada a partir de 2008, el BREXIT, el auge de los populismos nacionalistas de derechas, o el aumento de las tensiones estadounidenses con países como Irán, Venezuela, Rusia o la propia China.
Todos estos sucesos se enmarcan en el proceso de crisis hegemónica en el que la potencia en decadencia, Estados Unidos, utiliza diferentes estrategias para intentar mantener su posición de liderazgo en el sistema internacional. Siguiendo el enfoque planteado por Giovanni Arrighi, la economía-mundo capitalista se caracteriza por la sucesión de ciclos sistémicos de acumulación que son dirigidos por una potencia dominante. El ciclo actual ha entrado en la fase de decadencia que se materializa con el alejamiento progresivo entre la economía real y la financiera. Si entre 1947 y la década de 1980 el ciclo gozó de una expansión material sin precedentes, a partir de ese momento la economía mundial se ha caracterizado por la caída de la rentabilidad. A partir de ese momento, el capital ha buscado nuevas fuentes de rentabilidad y se ha canalizado hacia la esfera financiera.
Sin embargo, la riqueza realmente existente sólo puede ser creada en el ámbito productivo, por lo que la expansión financiera sin reflejo en la economía material es necesariamente temporal y únicamente se corrige con el pinchazo de las burbujas financieras. Así, la fase de financiarización es mucho más inestable y tiene crisis recurrentes que ponen a prueba la capacidad de sostenimiento del sistema de la potencia hegemónica; y la guerra comercial entre China y Estados Unidos resulta un síntoma de la disputa en el nuevo escenario internacional entre la potencia emergente y la vieja potencia hegemónica.
Este escenario de crisis sistémica expone las vulnerabilidades económicas de nuestra región pero, a la vez, se convierte en una oportunidad para pensar nuevas estrategias de inserción internacional que consigan, al menos de forma parcial, romper con las tradicionales cadenas de dependencia que han ligado a nuestra región con la economía-mundo capitalista.
El recrudecimiento de la Guerra comercial entre la vieja y la nueva potencia y sus efectos en América Latina
Diez meses atrás la Administración estadounidense impuso a China tarifas del 25% para la importación de bienes de un valor equivalente a 50.000 millones de dólares, y del 10% para importaciones por 200.000 millones de dólares. El anuncio actual apuntó a elevar el arancel de estas últimas al 25%. China, que el año pasado había respondido a las medidas estadounidenses con aranceles para importaciones por el valor equivalente a 110.000 millones de dólares, ahora decidió elevar la alícuota también al 25%[1]. Los efectos de estos anuncios sobre el mundo y la región se sintieron de manera inmediata. Diez días después, una nueva señal de reapertura de negociaciones sobre aranceles moderó los efectos, pero las señales de alarma siguen siendo evidentes. Asimismo, se abre un nuevo capítulo en el plano tecnológico con las sanciones del Gobierno estadounidense a la empresa china Huawei, segunda mayor vendedora de smartphones a nivel mundial[2].
La guerra comercial tiene efectos económicos sobre América Latina, tanto en el frente comercial como el financiero. En relación a lo primero se espera un menor volumen de exportaciones, dado el efecto negativo sobre los precios y sobre la demanda mundial. En cuanto a lo segundo, preocupa la salida de capitales derivada de la mayor aversión al riesgo que generan estos eventos. En otros artículos hemos analizados la fragilidad de la región frente a cambios en los precios internacionales de los commodities[3] y reversiones en los flujos de capitales[4], las cuales son algunas de las consecuencias que puede tener este nuevo capítulo de la guerra comercial.
Impacto comercial
China se ha convertido en una gran fuente de demanda para los productos primarios de América Latina. En el marco de las tensiones comerciales, el año pasado China anotó su menor crecimiento en 28 años (6,6%) y estas nuevas medidas afectarán negativamente su actividad económica. Esto impactará en las demandas chinas a la región y en los precios internacionales, los cuales ya se están viendo afectados. Por caso, en la primera semana tras el anuncio de Trump el precio de la tonelada de soja se contrajo un 4,5%, ubicarse en el valor más bajo en 10 años y, aunque actualmente la retracción se ubica en 1,4%, la perspectiva es negativa. Esto se debe a que el stock que Estados Unidos no puede colocar en China por la escalada de la guerra deprime los precios de venta en la Bolsa de Chicago, referencia a nivel internacional. Todos estos efectos se potenciarían si la escalada de la guerra comercial induce a un menor crecimiento a nivel mundial.
Impacto financiero
Medidas de este estilo tienden a impactar en los países emergentes y de menores ingresos por generar un aumento de la salida de capitales. Contextos más convulsionados a nivel internacional tienen como contrapartida un aumento de la aversión al riesgo de los inversores financieros, dando lugar a un fenómeno llamado “flight to quality”. El mismo se caracteriza por la salida de inversiones de activos considerados riesgosos por otros más seguros. En efecto, el índice que nuclea precios de activos de países emergentes sufrió una retracción de 7,9% desde la nueva escalada comercial como resultado de un desprendimiento de estos activos. En simultáneo, un activo considerado seguro como el bono a 10 años del Tesoro de Estados Unidos aumentó su valor y, por tanto, redujo su rendimiento de 2,5% a 2,4%, a causa de una mayor demanda de los mismos. Estas salidas de capitales tienen un impacto directo sobre el tipo de cambio de nuestros países. En efecto, en estas semanas las principales monedas de la región han perdido valor frente al dólar.
Nuevas estrategias en un nuevo mundo
La coyuntura latinoamericana y mundial impone la necesidad de buscar nuevas estrategias. Algunas de ellas podrían implicar mirar hacia adentro y otras hacia afuera. Desde el lado financiero, avanzar en las regulaciones de capital a nivel nacional y fortalecer una arquitectura financiera regional aparecen como políticas cada vez más esenciales en un contexto de volatilidad de los flujos de capital. Es evidente que el principal recurso económico que tiene Estados Unidos es el poder que el dólar sigue teniendo en las finanzas mundiales. Sin embargo, cada vez surgen con más fuerza iniciativas que buscan romper la dependencia con el dólar. En la región, dentro de la ALBA-TCP surgió el SUCRE (Sistema Unitario de Compensación Regional de pagos) que creó un sistema de pagos internacionales basado en una moneda virtual que funciona como unidad de cuenta común de registro de las operaciones internacionales. Estas operaciones, y las liquidaciones resultantes, son canalizadas a través de los bancos centrales de los países participantes que compensan las cuentas en virtud de las operaciones realizadas.
Bajo este mismo objetivo de acabar con la dependencia del dólar se han venido firmando cada vez más acuerdos bilaterales entre países de dentro y fuera de la región para comerciar con otras monedas que no sean el dólar. Venezuela lanzó el Petro, y aunque quedó en el tintero, y el Banco del Sur y el Fondo del Sur representaron iniciativas regionales para acabar con la dependencia de financiamiento externo de la región y sujeto a los intereses de los Estados Unidos.
Desde el lado comercial, se presenta el desafío y la oportunidad de explorar nuevas relaciones. En un contexto donde las otrora potencias, como Estados Unidos, Europa y Japón, se encuentran en un proceso de retirada, existe un conjunto de países más allá de Occidente que por tamaño, nivel de desarrollo y especialización productiva podrían dar lugar a un nuevo tipo de complementariedad internacional. Se trata de países como India, Indonesia, Turquía, Nigeria, Egipto, Vietnam o Camboya, con los cuales el comercio se encuentra en niveles incipientes y existe la oportunidad de establecer un nuevo tipo de intercambio que no reproduzca los patrones tradicionales de comercio centro-periferia.
Por su importancia potencial para América Latina, la India merece un lugar destacado. La India era ya en 2017 la sexta economía mundial por el tamaño de su PIB, y la tercera si éste se ajusta por paridad de poder adquisitivo según los datos del Banco Mundial. De acuerdo con las proyecciones de la OCDE[5], India podría llegar a ser la segunda economía mundial antes del año 2060, sólo por detrás de China. Sin embargo, a pesar de su peso económico, cerca del 50% de su comercio aún se concentra en el mismo continente asiático y sus relaciones comerciales con América Latina y el Caribe (ALC) son aún de una magnitud bastante pequeña. En el año 2017, solamente el 4% de sus exportaciones fueron hacia nuestra región; mientras que el 5,3% de sus importaciones tenían como origen América Latina y el Caribe. A pesar de que los flujos comerciales son bajos, éstos han ido creciendo sostenidamente en los últimos años. La región exporta hacia la India productos primarios: soya, oro, petróleo crudo, cobre y otros minerales, e importa productos con mayor valor agregado: vehículos y partes de vehículos, medicamentos, compuestos químicos, textiles, entre otros[6]. Por esto, resulta urgente comenzar a sentar las bases para un intercambio en base a la complementariedad y no a la especialización en exportación de productos de bajo valor agregado.
Otro país con una elevada importancia en el futuro es Indonesia, que ya en el año 2017 se situó como la decimosexta economía en el mundo por el tamaño de su PIB y como la séptima a nivel global si se ajusta su PIB por paridad de poder de adquisitivo según los datos publicados por el Banco Mundial. Teniendo en cuenta las mismas proyecciones de la OCDE citadas anteriormente, Indonesia podría llegar a ser la cuarta economía global para 2060 medida por su PIB ajustado por paridad de poder adquisitivo -quedando solamente por detrás de China, India y EE. UU-.
Actualmente, Indonesia es el cuarto país más poblado del mundo y cuenta con una importante riqueza en materias primas: petróleo, gas, minerales, aceite de palma, entre otros. A 2016, el sector servicios representaba el 46,5% del PIB, la industria el 40% y la agricultura el 13,5%. En cuanto a las relaciones comerciales entre Indonesia y América Latina, son aún muy escasas aún. Las mercancías provenientes de América Latina y el Caribe representaron en 2017 el 2,5% del total de importaciones de Indonesia. Mientras que del total de importaciones de América Latina y el Caribe en 2017, apenas el 0,3% provino de Indonesia.
Otra de las potencias medias que cada vez va teniendo un mayor protagonismo en la economía mundial es Turquía. Además, este país se encuentra redefiniendo sus alianzas geopolíticas y geoeconómicas en los últimos años, lo que le está llevando a tener cada vez mayores y mejores relaciones con América Latina. En el año 2017, el volumen de exportaciones hacia Turquía ascendió a 6.466 millones de dólares, mientras que las importaciones desde Turquía sumaron 2.305 millones. Esto dio un superávit comercial a favor de Latinoamérica de 4.161 millones de dólares. Por grandes rubros económicos, el 32,9% de las exportaciones de la región hacia Turquía eran productos primarios, el 6,6% correspondían a manufacturas de origen agropecuario, el 35,1% a manufacturas de origen industrial y el 25,6% a combustibles[7].
Del mismo modo, y aunque las relaciones comerciales y económicas con otros países citados anteriormente -como Nigeria, Egipto, Vietnam o Camboya- aún no son de gran envergadura, podrían ser importantes en la reconfiguración futura de las relaciones de América Latina con el resto del mundo. Esta falta de relaciones, aunque es una debilidad actualmente, puede transformarse en una oportunidad para que la construcción de las relaciones económicas y comerciales con estos países sea en base a la complementariedad y no bajo los principios de dependencia y subordinación que han guiado a la inserción económica de la región en la economía mundial. La crisis de hegemonía global conlleva el caos sistémico y la reordenación de las relaciones económicas y comerciales en todos los niveles. América Latina debe estar preparada para no quedar rezagada en este nuevo reordenamiento global.
[1] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-48261034
[2] https://www.bloomberg.com/news/articles/2019-05-19/google-to-end-some-huawei-business-ties-after-trump-crackdown?srnd=premium
[3] https://www.celag.org/finanzas-precios-internacionales-materias-primas-riesgo-regional/
[4] https://www.celag.org/sombra-negra-riesgos-financieros-america-latina/
[5] OCDE. (2018). The long view: scenarios for the world economy to 2060. OECD Economic Policy Papers.
[6] https://www.celag.org/america-latina-reconfiguracion-economia-mundial/
[7] https://www.celag.org/america-latina-turquia-espacios-cooperacion/