Las pasadas elecciones en Brasil nos dejan un escenario de gran fragmentación partidaria y una recomposición de la derecha no bolsonarista.

  • Los 57 balotajes de este domingo confirmaron el registro político de las elecciones municipales generales del 15 de noviembre: derrota de Bolsonaro, fortalecimiento de la derecha no bolsonarista, disminución y reacomodamiento del espacio político democrático/progresista/centroizquierda. Más allá de quiénes ocupen los espacios ideológicos o la distribución de los recursos con los que pasen a contar los partidos políticos (que se complementa con el mapa federal y a nivel de los Estados) hay tres datos genéricos que organizan las interpretaciones de estas elecciones.
  • Se consolida una derecha/conservadora no bolsonarista que puede ser más elitista/autoritaria o neoliberal/pragmática según los partidos que compongan los bloques internos. El partido que más votos obtuvo en las elecciones municipales, el PSDB, pasa a controlar el 16% de la población del país; MDB el 12%; DEM el 11,5%, PSD el 10,3% y el PP el 7,7% (todos partidos del espacio de derecha no bolsonarista (en contraste, por ejemplo, el PT tan sólo controlará un 2,6% , y el PDT un 5,1%). Los partidos de esta  derecha/conservadora habían sido desplazados por la “onda bolsonarista” del 2018 y hoy evidentemente recuperan terreno; una parte está coalicionada en el Congreso (“Centrao” y DEM), otra tienen vínculos históricos.
    • Toma fuerza la pretensión presidencial para el 2022 del gobernador de Sao Paulo, Joao Doria. Sale fortalecido también internamente en el PSDB: por un lado, porque le impuso al candidato a la Prefectura de San Pablo, Bruno Covas, al compañero de fórmula y, por otro lado, porque es el que mejor puede convertirse en el “puente” posible hacia el DEM (y al MDB) ante una potencial alianza. Hace 2 años acompañó a Bolsonaro, y luego fue uno de los gobernadores que primero se distanció del presidente, lo que lo permite, en este contexto, confirmar su carácter «opositor».
  • Bolsonaro derrotado queda rehén del DEM y del “Centrao” (un conjunto de partidos articulado en la Cámara de Diputados, como el PSD, PP, PL, MDB, entre otros) para no caer en un impeachment. Es importante tener en cuenta dos elementos para prefigurar el destino de Bolsonaro. Por un lado, qué impacto corrosivo seguirá teniendo su posición frente a la pandemia -en promedio, hubo un 30% de desafección electoral-. Por otro lado, cómo seguirá su confrontación con los medios de comunicación: estos volvieron a mostrar su fuerza organizadora en términos de pauta electoral y difícilmente ese bloque ideológico-políticopueda ser contrarrestado sólo con las redes sociales, como pretende el bolsonarismo. Los mismos medios que le fueron fundamentales a Bolsonaro para proyectarse como figura “outsider” hoy también contribuyen para su derrota (en el balotaje sólo eligió 2 Intendentes de los 16 apoyados).
  • El espacio democrático/progresista/centroizquierda queda en redefinición, sobre todo respecto del peso específico de cada uno de los partidos y/o las consecuentes alianzas. Habrá que ver qué sucede con los bloques que, en la práctica, se venían formando en el espacio: a) por un lado, PT, PCdo B y PSOL; por el otro lado, PDT, PSB y Rede. El PSOL venció en Belem y el PDT venció en 3 de las 4 ciudades que disputó en el balotaje, entre ellas Fortaleza; el PSB venció con Joao Campos en Recife (realizando una campaña muy cuestionable, siendo que su contrincante fue precisamente alguien del PT). En términos de renovación, es importante advertir que, en los últimos tiempos, se viene dando la consolidación de ciertos nombres (por ejemplo, en esta elección Guilherme Boulos –PSOL-, Manuela D`Avila –PcdoB- , José Sarto –PDT- o Marília Arraes –PT-). Si bien no son figuras nuevas, funcionaron a la manera de “proposiones novedosas”, lo que puede traer también efectos internos en cada uno de los partidos. También hay cambios en términos de programa (con mayores o menores absorciones hubo un diálogo con “nuevas agendas”, que incluso en la elección del 2018 fueron hacia el campo de la derecha bolsonarista). Finalmente, en términos de comunicación, hay que destacar algunas originalidades –por ejemplo, en el caso de San Pablo– que pueden haber acercado a sectores (sociales) alejados del espacio. Cuánto estos cambios fortalecerán al espacio es algo incierto, por eso puede afirmarse que está en un impasse.
    • Si bien el PT es el principal partido nacional –4 gobernadores, 54 diputados- ahora el partido no gobernará ninguna capital del país; aunque venció en 4 ciudades importantes en este balotaje (Juiz de Fora y Contagem, en Minas Gerais, y Mauá y Diadema, en San Pablo) y estuvo cerca en otras 9, hay una progresiva disminución del partido en el ámbito local: de ser el 3º mayor partido en intendencias del país en 2012 con 630, pasó a ser el 10º en el 2016 con 256, y ahora sólo gobernará 183.

Conclusión. La condición de la hiperfragmentación política brasileña está bien clara: 12 partidos diferentes gobernando las 27 unidades de la Federación (ninguna fuerza política con más de 4 gobernaciones y con  los 4 principales Estados en manos de diferentes partidos); hay 24 partidos con representación en la Cámara de Diputados (y ninguna fuerza partidaria alcanza más del 15%); un presidente sin partido cuyas “bendiciones electorales” resultaron en fracasos; con el principal partido municipal de este 2020 (PSDB) que saca, a su vez, menos votos que la elección anterior. Y una tendencia política nacional que confirma su dirección hacia la derecha conservadora.

 

 

 

Amílcar Salas Oroño

Dr. en Ciencias Sociales (UBA) (Argentina)

Amílcar Salas Oroño es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA), magister en Ciencia Política por la Universidad de São Paulo (USP) y licenciado en Ciencia Política por la UBA. Es profesor en varias universidades nacionales de Argentina, tanto en grado como en posgrado. Se desempeña…