- Lula da Silva cumple su primer mes de Gobierno con un reto fundamental: emprender un proceso de redemocratización del país luego de cuatro años del Gobierno de Jair Bolsonaro. Esta “transición democrática” implica que el presidente, y los 12 partidos de la coalición de Gobierno, deben encarar al menos tres cambios: una renovación de la cultura política, transformaciones en las reglas institucionales y progresivos pactos democráticos que aseguren una nueva dinámica política, muy afectada por la impronta bolsonarista.
- Las primeras medidas de política quedaron ciertamente opacadas por la relevancia de un problema urgente a ser resuelto: la cuestión militar y la difusa línea de actuación entre las FFAA y las Fuerzas de Seguridad ocurrida durante el 8 de enero. Sobre el episodio, es importante distinguir lo siguiente:
- No fueron solo actos vandálicos en Brasilia. Se recolectaron varios indicios de movimientos en simultáneo como sabotajes en torres de energía eléctrica en diferentes puntos del país para inducir el “caos social” y forzar un papel dirimente a las FFAA, amparados por el artículo 142 de la Constitución Nacional (argumento de la extrema derecha bolsonarista).
- No hubo tan sólo un problema de insubordinación de la Policía Militar de Brasilia, o desavenencias entre la Fuerza Nacional y el Batallón a cargo de la protección del Palacio do Planalto; faltaron otras logísticas administrativas, por ejemplo, entre el Gabinete de Seguridad Institucional y el Servicio de Inteligencia. En esa línea de eventos hubo gestos claros de protección por parte del Ejército a los vándalos y quienes protestaban en frente de los cuarteles.
- La intentona golpista del 8 de enero, a tan solo ocho días en el gobierno, modificó los términos y prospectivas de cómo se daría esa “transición”. Antes del intento de golpe, la transición se realizaría de forma progresiva, en base al gradualismo y manejo no confrontacional con el militarismo heredado del bolsonarismo (para ello se eligió a Mucio Monteiro como ministro de Defensa, aún en el cargo); esto tuvo que reconsiderarse. Luego del 8 de enero se modificó la orientación, el carácter y la velocidad en la toma de decisiones del Gobierno. Hace pocos días Lula cambió al comandante en jefe del Ejército.
- A su vuelta de la gira por Argentina y Uruguay, Lula volvió a juntar a todos los gobernadores (ya lo había hecho tras la intentona del 8 de enero), lo que supone un giro importante respecto de la relación con los estados. Si bien una de las principales pautas de la reunión fue el mantenimiento –o no– de ciertos impuestos –por ejemplo, combustibles– con impacto directo en las cuentas provinciales, el evento sirvió para marcar una nueva etapa de los gobernadores con el Poder Ejecutivo.
- Si bien la cuestión militar eclipsó este primer mes de mandato, también sobresalen algunas políticas. Lula decretó la emergencia sanitaria en las zonas indígenas Yanomami, en Roraima; otorgó su primera entrevista como presidente a la cadena GloboNews, con definiciones relevantes sobre la independencia del Banco Central, lo que le valió una baja al día siguiente en el índice Ibovespa. Fernando Haddad (que representó con M. Silva a Lula en la reunión de Davos), junto con Luiz Marinho y Flávio Dino fueron quizás los ministros más activos en el despliegue de las acciones de Gobierno, en parte, porque fueron los encargados de definir cuestiones concretas y avanzar en una dirección: confirmar la corrección del impuesto a las ganancias, el aumento del salario mínimo y el control sobre los precios de Petrobras.

Principales avances y desafíos, a un mes de Gobierno, y luego de una intentona golpista el 8 de enero.