I. Desde 1983, el radicalismo gobierna Daireaux. Los 30 años de democracia para este municipio de 15000 habitantes del centro de la provincia de Buenos Aires son 30 años de gobierno radical, de sus vaivenes y de sus transformaciones. Como sucede con otras intendencias bonaerenses, esta vio pasar varios radicalismos y estilos de liderazgo, los … Seguir leyendo

I.

Desde 1983, el radicalismo gobierna Daireaux. Los 30 años de democracia para este municipio de 15000 habitantes del centro de la provincia de Buenos Aires son 30 años de gobierno radical, de sus vaivenes y de sus transformaciones. Como sucede con otras intendencias bonaerenses, esta vio pasar varios radicalismos y estilos de liderazgo, los cuales, se forjaron entre los cambios y demandas del mundo agrario y las travesías de la política local,  provincial y nacional de la UCR. Es decir, este radicalismo consolidado en una administración municipal no es una excepción, sino que está inscripto en los influjos y corrientes de opinión que producen los sucesos nacionales.

El radicalismo de Daireaux posee una gran condición que comparte con otros municipios que todavía pueden preciarse de radicales históricos; mantenerse en el poder a partir de un fino manejo del “termómetro local”. Es una UCR de “escucha” y de redes clientelares permanentes que esta penetrado por el canto de sus empresarios aliados (crease: empresarios radicales), como por las demandas del mundo popular. Esta organización política –en sus diversas versiones– ha tenido una lectura medular del poder local, de tal manera, que los asocia a esa lectura que posee y que ha desarrollado por décadas el peronismo práctico. O mejor dicho, es la lectura pospolítica que se ha desarrollado durante las últimas décadas para controlar la gestión política de lo territorial.

En Daireaux, los verdaderos peronistas parecen ser los radicales y los autodenominados peronistas constituyen un grupo de políticos extraviados entre contingencias y egoísmos. En este sentido, mientras el radicalismo se concentra en el armado local –utilizando los beneficios que otorga la administración del municipio–, como condición para sobrevivir y para negociar en la pantanosa e internista UCR provincial; el peronismo esta ante la espera del milagro del “arrastre” nacional, lo cual, es difícil sobre todo, luego de años de control radical.  

Todos los liderazgos nacionales que ofrecía el peronismo no suscitaron grandes adhesiones en el territorio deroense, salvo el primer kirchnerismo que cuando conformó una lista local logró una ampliación del voto de tal manera que el radicalismo solo triunfo por más de 40 votos (2007). Es decir, el Gobierno Nacional que mejor condujo la oportunidad mundial de los commodities (y que benefició con creces a muchos empresarios locales y otros sectores) logró en Daireaux una base de adhesión electoral que pudo desestabilizar el orden radical. La revitalización de la producción agrícola (sojera y maicera) producida en tiempos kirchneristas se articuló con un gran imaginario político que vincula el campo y su futuro a las expectativas sociales de progreso, inclusive, mas allá de si dichos recursos del campo “lleguen o no” a la población y al municipio. Cuando el primer kirchnerismo articulo sus proyecciones económicas con estos intereses locales, el radicalismo padeció ser la oposición y debió o bien fantasear con volverse radical k o “recostarse” en su identidad y en lo propiamente local para lograr sus victorias.

II.

Como en todo municipio radical, la política empezó “en serio” cuando Alfonsín abandonó la Presidencia de la Nación (1989). La hiperinflación y los empresarios que la promovieron desarticularon al alfonsinismo y ese mismo tsunami se llevo puesta a la Junta Coordinadora Nacional, la cual prometía constituirse en la cantera progresista de futuros dirigentes. Moreau y Storani  debieron –como otros– buscar en el partido radical de la Provincia de Buenos Aires su última morada y buscar un destino en el seno de una organización política en constante mutación conservadora. Si bien el radicalismo nacional –luego de 1989– hizo sus propios ajustes políticos y la Coordinadora estuvo entre ellos, ésta como pretensión socialdemócrata –como esperanza renovadora– feneció culturalmente con el gobierno de De la Rua, el cual conjuntamente con el “Grupo Sushi” sellaron a sangre y fuego dicha experiencia.

En Daireaux, los simpatizantes de la experiencia juvenil radical leyeron rápidamente la derrota del radicalismo nacional y sus  posibles alcances y debieron  optar por referenciar su gestión local mientras sorteaban la desaprobación nacional. Apostaron a los dirigentes del partido que surgieron en la primavera democrática, pero con la estrategia de un partido vecinal y lo lograron. De esa manera, pudieron “blindarse” de los efectos del radicalismo nacional y se torno un modus operandi para superar las crisis.

El menemismo y la adhesión que suscitó su primera gestión a nivel nacional no se articuló de manera contundente con un municipio donde su actividad agrícola se encontraba deprimida por las limitaciones de la convertibilidad. En este sentido, el radicalismo local aprovecho las fisuras que provocaban el gobierno de Menem y sus desastres sociales. Pero lo interesante es que –pese a ello– el peronismo menemista formateo a nivel nacional las formas de reclutamiento de sus candidatos, construyó una nueva cantera de donde encontrar referentes. Daireaux no estuvo al margen de esto y salió a la caza de un candidato con encuestas intuitivas en la mano. En este sentido, se fortaleció la lógica del outsider prestigioso o carismático, lógica que  fue recuperada por el radicalismo deroense para las elecciones de 1995. El radicalismo triunfò y esa sensibilidad para leer los cambios producidos por el centralismo de la Casa Rosada y por un nuevo clima de época fue recuperada por sus dirigentes y se transformó en una clave de lectura pragmática para el futuro. Pese a las debacles que produjo el menemismo en su retirada y la crisis que abrió el delaurrismo, el radicalismo local buscó amortiguar los “efectos nacionales” con políticas progresistas y de protección en el mismo territorio. El menemismo los empujo a “salvar y proteger a los heridos” del modelo de exclusión social impuesto a partir de 1989.

La intendencia y ese renovado radicalismo surgido en 1995 concluiría culturalmente con el conflicto entre el Gobierno Nacional y los empresarios rurales y con la introducción de una nueva generación de dirigentes radicales locales, la cual se inscribía en el contexto de renovación juvenil que se produciría en el país los últimos años. La UCR local se sumo a dicho conflicto apoyando a los empresarios, pero en ese mismo acto sellaron su futuro político y fiscal con empresarios victoriosos. Lo que fue un acompañamiento político, se transformaría en un problema a la hora de pensar un futuro incremento de impuestos municipales para estos sectores. Es decir, el conflicto del campo y la victoria empresarial también puso en aprietos a un radicalismo que necesita llevar adelante –con una austera gobernación sciolista- políticas municipales para consolidar su base electoral. Ésto limitó y redujo la posibilidades de un radicalismo ansioso por transferir ingresos municipales a políticas públicas y lo empujo a posiciones neoconservadoras o, en criollo, “hacer la plancha con lo que se tiene”.

III.

Los radicales de Daireaux hasta la llegada de la Alianza al poder se transformaron en los sobrevivientes de la hiperinflación y de la debacle alfonsinista, luego renovaron su certificado de supervivencia con la crisis de 2001 y las veleidades ineficaces del delarruismo. De esta manera, este radicalismo hizo de la sobrevivencia y de la sobreadaptación un modus vivendi y en una práctica para retener el poder. Pero también, esa sobrevivencia se nutrio en la actualidad de un conjunto de nuevos dirigentes radicales formados en la Franja Morada (¡oh! casualidad, su intendente participòó de la Franja Morada de Derecho en el mismo momento en que se formaban los dirigentes de La Campora) o en el radicalismo local. Entonces, hoy nos encontramos  ante un nuevo radicalismo, una nueva generación política surgida del postconflicto agrario y de la renovación política juvenil a nivel nacional. Este partido local hereda la victoria de los empresarios rurales, las diversas apuestas de la UCR bonaerense y los renovados modos de reclutamiento político. Lo interesante y paradójico de esta nueva generación, es que comparten con los dirigentes de La Campora –más allá de las diferencias ideológicas– una fe irrenunciable en la política como gestión pública y en el saber e idoneidad como atributo necesario para la administración. Dicha concepción de la gestión imagina sustituir la militancia territorial o construirla desde la misma gestión. De esta manera, el gestionador compite o abre una infinidad de tensiones con los jefes de las redes clientelares.

El radicalismo deroense nuevamente se apropia de los modos de reclutamiento del centralismo de la Casa Rosada y de los climas de época para renovar su plantel político y persistir en el poder. En este sentido, aquella clase política que en 1995 había apostado por un candidato outsider, ni siquiera afiliado al radicalismo y con un olfato político a todo terreno, dio lugar a una dirigencia profesionalizada y con los gestos de la modernización de la administración que dejo, primero, el neoliberalismo y, luego, el kirchnerismo en todo el país.

Ahora bien, la situación del peronismo posee cierta extrañeza, el candidato a intendente que se presento por el Frente para la Victoria en el año 2011 participó en el corte de ruta que iniciaron los empresarios agrícolas contra el kirchnerismo. Es decir, estamos ante un “peronismo en disponibilidad” para cualquier referencia nacional o provincial que les garantice el acceso al poder. El posconflicto agrario de 2008 se transformó en una maldición para el peronismo, hundió su renovación local y lo empujo violentamente a una fragmentación que solo se ordenará cuando aparezcan sólidos candidatos para disputar las presidenciales.

IV.

Los precios de las materias primas transformaron a un municipio que vio dueños de campo percibir penurias o que se vieron obligados a vender/rematar  sus propiedades. En los últimos años, esos empresarios que estuvieron vapuleados por las políticas neoliberales de los años 90 reconstruyeron su influencia y poder al compás de los commodities agrícolas. En Daireaux, la clase política que durante los 90 debió ayudar o asistir a sus productores, en la actualidad éstos se transformaron en actores poderosos, de tal manera, que coaligados poseen más capital que aquel que el municipio recauda. Es decir, es un municipio “pobre” frente a la coalición de todo su empresariado. Es un municipio “parado” sobre una riqueza agrícola que le es ajena a sus arcas públicas.

La producción de la soja –sobre todo, a partir del año 2000– introdujo a este municipio pautas de consumo de las grandes ciudades. Pese a todas las fantasías “farmers” que añora pueblos con gente vestida de gaucho, lo que impera son los modos de consumo de una ciudad. Los negocios fueron inundados por la últimas marcas y Daireaux se incorporó a su manera al torrente del capitalismo. En este sentido, podemos indicar que este municipio, como otros, fue organizado a partir de la modernización del consumo masivo que propuso el kirchnerismo a nivel nacional.  

El radicalismo supo incorporar estos cambios y surfear en la ola que proponía las grandes líneas económicas del centralismo argentino. Es decir, estos municipios se beneficiaron con las decisiones que surgieron de la Casa Rosada al aprovechar el precio de los commodities. En este sentido, el radicalismo deroense apoyó la apuesta económica del “primer kirchnerismo” y lo defendió  junto a los empresarios de la soja ante el avance de las retenciones. Paradójicamente, los empresarios y el radicalismo local defendieron en la ruta las propuestas económicas del primer kirchnerismo, es decir, una forma de acumulación que el propio kirchnerismo plebiscito en  2007 y decidió modificar con la resolución 125 para ampliar sus políticas inclusivas.

V.

En Daireaux, existe un “capitalismo en dos velocidades”. Uno, hiperveloz que dialoga con China a través de la exportaciones primarias, que diversifica negocios fuera y dentro del municipio que ha introducido la modernización tecnológica en el trabajo rural y ha  reducido personal dejando a la política local que resuelva el problema del desempleo agrícola. Es decir,  estamos ante un capitalismo que no duerme la siesta y que mira de reojo los números de la Bolsa de Chicago. Por otro lado, existe otro un capitalismo de velocidad reducida, un capitalismo siestero, un capitalismo artesanal, que incorpora trabajadores de manera formal e informal y que reconstruye las sociabilidades y pautas de la ciudad, pero que posee pocas capacidades de subsistir ante una crisis económica o ante la reducción del crédito bancario. Estas dos velocidades son las que reconstruyen –en un contexto de recreación de asimetrías sociales– la promesa para aquellos jóvenes que regresan a Daireaux con  un título universitario en la mano o que pretenden quedarse, En la actualidad, esta polis agrícola, que prospera de la conjunción de ambas velocidades se encuentra acechada por la fluctuación al que está sujeto el trabajo privado, por la debilidad municipal de seguir ampliando su funcionariado y por el precio de las materias primas. El radicalismo ha organizado –por ahora– eficientemente esta conjunción, pero ha reconocido que el poder y la influencia residen en aquellos empresarios que manejan las altas velocidades. Eso ya ha lo dicho el conflicto de 2008 y la nueva clase política deroense está dispuesta a considerarlo.

VI.

El radicalismo de Daireaux es un radicalismo afecto a la lectura sobre el poder local (utilizando un viejo slogan radical, estos tipos tienen vocación de poder, pero también voracidad por el mismo), mantienen un vinculo desprejuiciado con los empresarios y sostienen un conjunto redes sociales y de empleos públicos  que les permite hacerse de los votos a la hora de las elecciones. Pero esta nueva clase política  es –por todos los condicionamientos económicos y políticos  mencionados y por las concepciones que poseen a la hora de gestionar lo público– un radicalismo de “a cuenta gotas”, profundamente institucionalista,  que combina un republicanismo de de la beneficencia con ciertos gestos neoliberales.

VII.

La Fortinera es la fiesta “popular” de Daireaux, pero paradójicamente este año fue una fiesta sin los sectores populares. Éstos participaron de los recitales detrás de las vallas o haciendo todo tipo de malabares para conseguir una entrada. Los sectores populares fueron “colocados” en la frontera social, los relegaron al choripan y a la kermesse y los transformaron en un actor tangencial y perimetral. Utilizando un slogan utilizado contra el peronismo, este radicalismo “no llevaron a los muchachos por el choripan y la coca”, sino que los colocaron ante esa situación gastronómica.

Este nuevo radicalismo escenificó el poder social y adquisitivo (de sus clases medias y altas) en un territorio festivo donde las lógicas de clases debían confundirse o borrarse, aunque sea por tres días. Una perspectiva neoliberal se manifestó en la organización de este evento ya que imaginó a los sectores populares como consumidores y sostenedores de la fiesta y no como actores o sujetos políticos, capaces de legitimar o apoyar futuros gobiernos radicales. En este sentido, si esta perspectiva se mantiene o eclipsa toda la organización de sus políticas, los dirigentes de la polis agraria deberán afrontar dilemas y desafíos si quieren persistir como los radicales del 83.


Publicado en Revista Panamá

Fecha: 24/01/2014

 

Esteban De Gori

Dr. en Ciencias Sociales (UBA) (Argentina)

Esteban De Gori es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA), investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC-UBA). Se desempeña como docente de grado y posgrado en la Universidad de Buenos…