Una paradoja de la democracia es que nada determina tanto la felicidad como la política económica y nada influye tan poco en el voto como la política económica. Porque nadie entiende, porque es aburrido o porque es complejo, pocos candidatos hablan de economía en serio y sin mentir. Por eso muchos callan (Bolsonaro) o mienten (Macri) sobre lo que van a hacer en esa materia. La dificultad para separar el trigo de la verdad sobre la paja de la mentira y las promesas de ficción ponen en jaque a todos los sistemas democráticos.
Pero los electores de Ecuador tienen una gran ventaja. Conocen bien a Guillermo Lasso por su papel en la crisis bancaria como superministro de Economía de Mahuad, por sus inversiones offshore en Panamá, por su defensa del liberalismo económico y de la banca. Lo conocen porque celebró el giro tránsfuga de Lenín Moreno y apoyó en el 85 % de sus iniciativas parlamentarias. Lo conocen porque apoyó la consulta popular y sigue reivindicando la represión de octubre. Saben que, en el peor año de la historia de Ecuador, mientras el PIB del país caía un 8 %, él ganó un 220 % más que el año anterior. No hace falta ser muy atrevido para arriesgar que Lasso es más de… Lenín y para los ecuatorianos no es difícil proyectar cuáles serían las consecuencias económicas de otros 4 años de gobierno neoliberal, porque conocen al candidato.
Su modelo es sencillo y se concentrará en abrir más el comercio exterior y liberar los movimientos de capitales financieros, eliminar el impuesto a la salida de divisas, bajar los impuestos a los más ricos y subirlos a las clases medias y bajas (fue su propuesta de 2017) y conjurar la lluvia de inversiones para generar empleos. No hace falta ser Nostradamus para proyectar los resultados. La redistribución regresiva del ingreso hará caer el ingreso familiar, disminuir el consumo popular y perder empleos. La liberalización comercial y financiera generará salida de divisas, cierre de empresas productivas y pérdida de empleos. La lluvia de inversiones será al revés, es decir, las inversiones saldrán de Ecuador a Panamá u otros destinos, los bajos ingresos tributarios generarán un déficit que el Gobierno utilizará para justificar más ajuste en el sector público, la privatización de los bienes públicos y la toma de deuda. Como la deuda privada ya es esquiva en la actualidad, solo quedará el FMI como prestamista de última instancia, por lo que podemos esperar que, de ahí en más, todo será peor y Ecuador recurrirá nuevamente a la exportación masiva de talento humano en la forma de millones de migrantes.
En la campaña electoral de Lasso no se habla de economía porque saben que les conviene. Lo que no saben es que los ecuatorianos pueden votar presidentes con el corazón, pero después los botan por la economía.