El pasado 5 de mayo ganó las elecciones a la intendencia de Ciudad del Este el joven Miguel Prieto. Su elección habría pasado desapercibida, como todo lo que tiene que ver con la política subnacional en América Latina, si no hubiera significado una ruptura de la tradición política paraguaya. Y es que el advenedizo, Miguel Prieto, logró romper con seis décadas de hegemonía del Partido Colorado en Ciudad del Este y, además, logró hacerlo posicionado a través de una plataforma novedosa, el movimiento Conciencia Demócrata del Este, que se ufana de estar alejado de las dinámicas de corrupción asentadas en la ciudad.
La peculiaridad de la incursión de Prieto en esta Intendencia no supone necesariamente el nacimiento de un liderazgo progresista al uso en la política paraguaya, pero sí representa una novedad en tanto se convirtió en el primer catalizador político, a nivel nacional, del enorme descontento social frente al histórico bipartidismo que alberga en sus filas a una horda de “impresentables”[1] que la ciudadanía, por la vía de movilización, viene poniendo en el lugar que les corresponde: afuera de los órganos de representación.
La realidad de Ciudad del Este, que es la segunda ciudad más importante del país por cantidad de población (cuenta con 301.815 habitantes), es similar a la de muchas otras, donde los clanes familiares adscritos al Partido Colorado han saqueado de manera aberrante las arcas públicas hasta agotar la paciencia de los ciudadanos. En Ciudad del Este fue el clan Zacarías Irún el que gobernó de manera continuada durante diecisiete años, hasta que la ciudadanía pidió la intervención de la Municipalidad para poner en evidencia que su última intendenta, Sandra MacLeod (esposa de Javier Zacarías Irún, senador del Partido Colorado) se dedicó a lo mismo que sus antecesores: a robar, malversando fondos por un total de 36.000 millones de guaraníes, además del cobro ilegal de impuestos y falta de rendición de cuentas, entre otras veintisiete irregularidades encontradas en la auditoría realizada a la gestión.
El patrimonialismo, que es una de las grandes enfermedades del Partido Colorado y, en consecuencia, de la política paraguaya, también se apoya en el silente colaboracionismo de una oposición vendida a las migajas que el partido hegemónico suele ofrecerle para comprar su silencio. Es por esto que las elecciones de Ciudad del Este, anticipadas ante la destitución de la intendenta corrupta, son importantes para avizorar escenarios políticos de cara a los próximos meses.
El camino que han cimentado el Partido Colorado y el PLRA (Partido Liberal) les ha traído importantes pérdidas en el más reciente proceso electoral subnacional. Por un lado, el Partido Colorado marca una tendencia decadente que va in crescendo: si en 2010 logró la Intendencia con 44.313 votos, en 2015 perdió 3.766 votos, y en el siguiente proceso perdió un total 8.195 votos. Por su parte, el PLRA, que había logrado una recuperación en 2015, alcanzando 31.771 –después de haber llegado 26.164 votos en 2010–, sufrió una importante caída en 2019, consiguiendo una cifra casi irrisoria para un partido otrora capaz de disputarle el poder al Partido Colorado: 11.030 votos en total. Prieto ganó estas elecciones, en las que se notó una importante caída de los votos en blanco, con 36.751 votos, que son 4.399 votos más que los que alcanzó el Partido Colorado y ¡25.721 más que el PLRA!
Con estos resultados parece avizorarse un escenario de cambio que ya emprendieron otras ciudades como Asunción, que en 2015 le dio la victoria al progresista Mario Ferreiro con 114.783 votos, frente a Arnaldo Samaniego del Partido Colorado que alcanzó 91.064 votos. Así pues, desde 2015 se viene tejiendo un importante cambio desde las ciudades más importantes del en Paraguay, un cambio que si bien no sirve todavía para declarar el final del bipartidismo, sí viene dando algunas alertas que pueden estar llevando al país a un escenario de crisis de los partidos tradicionales.
Y en este punto es importante comprender que, en tanto los partidos son “elementos sustanciales para la democracia”, “cualquier deterioro de la misma en el ámbito representativo es achacado a un mal desempeño de éstos”[2]. Por ello podemos decir que la problemática que enfrenta Paraguay en la actualidad -y que se escenifica en una tendencia a la pérdida de confianza en los partidos tradicionales- se constituye también en un problema relativo al debilitamiento de la democracia en el país por la baja capacidad de las élites gobernantes de llevar a cabo ya no sólo administraciones efectivas para solventar los problemas de la ciudadanía sino, fundamentalmente, de haber institucionalizado el patrimonialismo como forma de gobierno.
Esto sucede en un sistema de partidos que (a diferencia del resto de América Latina) ha reflejado históricamente una alta tasa de afiliación partidaria, afiliación que supone un vínculo formal con el partido y el registro en su padrón. Este sistema de identificación partidaria ha estado fuertemente arraigado en la política como si de relaciones afectivas se tratase, y ha ido a contracorriente con la histórica desafección política reinante en Latinoamérica[3].
En este marco de crisis de confianza también ha tenido lugar un intenso proceso de movilización social que pocos políticos han sabido comprender, en especial, los del Partido Colorado: desde Mario Abdo, el presidente ausente, más ocupado en las giras internacionales y por avanzar con reformas que deterioran las condiciones de las clases trabajadoras. Además de una larga lista de “correligionarios” que han desfilado por la palestra debido a innumerables y vergonzantes casos de corrupción.
Por su parte, desde el PLRA, la respuesta a esta crisis parece ser más clara. El más reciente movimiento del presidente de esta formación política señaló que su dirección no va a tolerar ni un ápice de corrupción, al pedir al resto de sus senadores que iniciasen el proceso de pérdida de investidura del legislador Dionisio Amarilla (del PLRA) por haber sobornado a un periodista para disuadirlo de sus investigaciones que presuntamente le afectaban. Con su mensaje, Efraín Alegre no sólo le habla a la ciudadanía harta de los políticos corruptos sino que también manda un mensaje a la facción llanista del PLRA (lacaya del coloradismo) a la que pertenece Amarilla[4].
El escenario actual de la política paraguaya está en mutación. Esta mutación resulta de un proceso sin precedentes en la historia política reciente del país, y es el resurgir en las calles de una voluntad popular que estuvo mucho tiempo secuestrada, pero que ha sido capaz, por medio de su actividad de denuncia, de alentar cambios en las dinámicas políticas. Los cambios que vienen acaeciendo en las ciudades más importantes del Paraguay reflejan el avance paulatino de lo que parece ser una crisis que no tiene vuelta atrás, la cual probablemente se consolide con un fuerte terremoto político en el proceso electoral regional que se avecina en 2020.
[1] Término usado en la campaña electoral de 2018 para denominar a los políticos corruptos que se presentaron a las elecciones legislativas.
[2] https://campus.usal.es/~dpublico/areacp/Seminario%202009-2010/Alcantara2009.pdf
[3] http://germinal.pyglobal.com/pdf/documento_trabajo_28.pdf
[4] http://www.abc.com.py/edicion-impresa/politica/plra-pide-expulsar-a-amarilla-y-destituir-al-presidente-del-ips-1818987.html