El destape de los escándalos de corrupción desatado en Perú parecía haber marcado un punto límite, en parte por la repentina activación de la Justicia y las “presiones preventivas” sobre la clase política -que llevaron, incluso, a situaciones tan dramáticas como el suicidio- y en parte mediante la promesa de reforma política. El referéndum sirvió como termómetro social del descontento, desmovilizó a los incipientes indignados que asomaban en el espacio público y plasmó el rechazo. Pero la reforma política, al parecer, no sería tan fácil de imponer a la mayoría opositora.
La propuesta de reforma política, elaborada por un grupo de expertos bajo iniciativa del Ejecutivo continúa en la Comisión de Constitución. El proyecto incluye 12 propuestas, entre ellas: abrir la barrera de entrada de los partidos políticos; la introducción de internas abiertas; que la inmunidad parlamentaria quede sujeta a la Corte Suprema; la prohibición de la postulación de candidatos con sentencia condenatoria en primera instancia; la disminución del tamaño de las circunscripciones electorales junto con el aumento (del 5% al 8%) de la valla electoral nacional; el endurecimiento de los criterios para sostener habilitación electoral y, a pedido de otras bancadas, el retorno de la bicameralidad. Según sus creadores la propuesta está diseñada para fortalecer las mayorías parlamentarias, haciendo coincidir las elecciones legislativas con la segunda vuelta de las elecciones presidenciales y buscando establecer un sistema bipartidista en desmedro de la pluralidad.
El tratamiento es lento, a pesar de que el presidente pidió expresamente prioridad a sus propuestas y se apersonó en el recinto al ser desechada la propuesta de inmunidad junto al premier Salvador del Solar, lo cual fue cuestionado como un gesto autoritario por varios congresistas. La dilación no es ingenua sino que busca evitar que las reformas sean efectivas de cara a las elecciones del 2021. Para ello evitarán su dictamen, impidiendo su aprobación durante la legislatura en curso.
Frente a este escenario el Ejecutivo tiene pocas chances de apelar a la buena voluntad del Congreso, pero dispone de dos cursos de acción posibles en caso de no ser aprobada en dos legislaturas consecutivas antes de abril de 2020 (un año antes de los comicios). La primera es ser aprobada por una legislatura y luego volver a apelar a un referendo. La segunda es la presentación de una nueva Cuestión de Confianza que, en caso de ser negada, habilitaría el cierre del Congreso y la convocatoria a unas nuevas elecciones parlamentarias. Adelantándose a este escenario, el fujimorismo ya presentó una serie de reformas que buscan trabar aun más la situación, incluyendo la prohibición para que ningún ministro pueda volver a formar parte del Gabinete en el lapso de un año y haciéndose extensivo al premier, lo que quitaría del medio al actual.
Hasta el momento es apresurado considerar a Salvador del Solar como el sucesor político de Martín Vizcarra, principalmente porque la mayoría de los presidentes peruanos no llega a designar uno mientras su popularidad se desintegra en el aire conforme avanza su gestión -y este parece ser el caso de Vizcarra tras el quinto mes consecutivo de caída en las encuestas-. Aún así, el premier es de las pocas figuras de alto perfil que tiene el Gobierno, habiendo fungido como ministro de Cultura pero renunciando tras el indulto a Fujimori, y siendo un personaje más asociado a su costado actoral que político (hecho que, en principio, habilitaba cierto margen para una figura de alto desgaste al tener como prioridad negociar y buscar acuerdos con un Congreso hostil, lo que hasta ahora no consiguió).
Cabe, entonces, preguntarse ¿cuáles serán los partidos políticos del proyecto bipartidista? ¿Constituirán la reproducción de la lógica fujimorismo y antifujimorismo? Es difícil encontrar identidades políticas en Perú porque la transición democrática dejó un amplio y árido centro, donde lo único incuestionable fue el modelo de desarrollo económico. Ese ¨estilo¨ de hacer política continuó con una corrupción crónica que cumplió su mayoría de edad en una democracia de baja intensidad. Vizcarra aspiró a erigirse como el reestructurador, alguien capaz de darle nuevos bríos al sistema político y terminar de suturar la transición democrática. Pero no lo logró.
Hasta el momento, la reforma política no augura ser capaz de poner al Gobierno del lado de las demandas populares, tal como ocurrió con la agenda anticorrupción. Según la última encuesta de El Comercio- IPSOS, sólo el 30% de los entrevistados está al tanto del proyecto que busca la reforma constitucional, mientras que un 67% ni siquiera está enterado. Por desinterés o desencanto, la ciudadanía no la considera prioritaria y eso ha dejado vía libre para la demostración de músculo de la oposición parlamentaria.
Tras la prisión de Keiko y la salida de Kenji Fujimori de la escena pública, la presidenta de la Comisión de Constitución, Rosa Bartra, se ha vuelto un personaje clave por excluir a Alan García y Keiko del informe final del Lava Jato y oponerse a la paridad de género en el Congreso. Sin embargo, no se descarta la reunificación del fujimorismo parlamentario, lo cual dependerá en gran medida de un posible retorno de Kenji Fujimori al recinto. El fujimorismo busca reconstituirse dejando atrás la disputa entre albertistas y keikistas, para recuperar así su capacidad de fuego desde el Congreso, ya sea manejando los tiempos o con el hostigamiento a ministros.
En síntesis, Martín Vizcarra y Salvador del Solar tienen pocas posibilidades de reconstruir su gobernabilidad de aquí en adelante gracias a una disputa con el Congreso que tiene a la ciudadanía de rehén. No es el único flanco a cubrir: su popularidad está siendo mellada por otros proyectos del Ejecutivo, como la Política Nacional de Competitividad y Productividad y el anuncio de un nuevo intento de Ley sobre el empleo juvenil, mientras el conflicto social va en aumento y su aprobación de gestión a pique. Lejos del fantasma del golpe que azuza irrisoriamente el fujimorismo, el Gobierno parece fatigado y ya sin conejos en la galera.