Mucho se ha dicho sobre si Scioli es o no el candidato de Cristina Kirchner. Que no representa exactamente lo que es el kirchnerismo, que no es propio, que es menemista, y no sé cuántas otras cosas más. Lo cierto es que él, Daniel Scioli, tiene rasgos identitarios propios que ha sabido construir con perseverancia … Seguir leyendo

Mucho se ha dicho sobre si Scioli es o no el candidato de Cristina Kirchner. Que no representa exactamente lo que es el kirchnerismo, que no es propio, que es menemista, y no sé cuántas otras cosas más. Lo cierto es que él, Daniel Scioli, tiene rasgos identitarios propios que ha sabido construir con perseverancia en su trayectoria política, y que lo posicionan como un posible próximo presidente del país. Estos rasgos de la identidad sciolista tienen un dejo a los nuevos liderazgos políticos de las derechas del siglo XXI, el espíritu dialoguista y no confrontativo, la amplitud, la “buena onda”. Su discurso de cara a las PASO ha mostrado eso, a un Scioli atemperado, que quizá no midió certeramente que ese ADN K de decir las cosas en la cara se ha instalado en la sociedad. Su discurso, propositivo, pero apagado de pasiones, generaba resquemores entre las filas del kirchnerismo más duro.

Luego de los resultados de las Primarias el giro fue inminente. La kirchnerización discursiva del candidato fue casi automática. La defensa de las políticas de inclusión del kirchnerismo fue el paladín con el cual luchó las batallas de las palabras. No obstante este viraje no le alcanzó el esfuerzo para ganar en primera vuelta. Y es en ese momento cuando el reacomodamiento del escenario se constituye para que Daniel Scioli pueda sacar a la luz una última carta.

Si hasta hace poco se mostraba oscilante en su discurso como candidato en la carrera presidencial, generando dudas en torno a su distancia con Cristina Kirchner, el giro discursivo que desplegó de cara al balotaje no deja ninguna duda. El candidato se presenta como la continuidad del Frente para la Victoria, teniendo la venia de la actual presidenta y sosteniendo entre ambos, cada uno a su estilo y desde lugares diferenciados, una línea discursiva que defiende lo conquistado y promueve un país de la inclusión versus un país de la exclusión representado por el candidato opositor. Este giro discursivo ha tenido impacto en una militancia espontánea, más allá de la organizada, que ha salido a las calles en diferentes ciudades del país a manifestarse en favor de Scioli y a decirle no a una vuelta al pasado. Las redes sociales se vieron inundadas por diversas expresiones en sintonía, lo cual puede ser tomado como un indicador de la politización de la sociedad, un rasgo, esperemos irreversible, que ha dejado el kirchnerismo.

El escenario de balotaje obligó a los candidatos a repensar sus habilidades marketineras, en un mundo politizado pero también hipermediatizado, para atraer a un electorado que oscila entre un cambio radical, impulsado por la Alianza CAMBIEMOS encabezada por Mauricio Macri y la continuidad de las políticas de los últimos doce años con ciertos matices, continuidad liderada por el candidato del Frente Para la Victoria, Daniel Scioli.

El cambio radical que plantea la Alianza CAMBIEMOS aún es una gran incógnita. La falta de propuestas concretas, las declaraciones -algunas públicas y otras no tanto- que han hecho miembros del “equipo económico” en torno al ajuste que se viene y la denuncia constante hacia el Frente Para la Victoria en torno a una supuesta “campaña del miedo”, dejan a la población que pide por un CAMBIO en una encrucijada; nadie sabe qué quiere cambiar Mauricio Macri. La manifestación más concreta de sus contradicciones es el hecho de hacer campaña con todas las leyes que su propio espacio votó en contra.

La moderación y la pacificación que caracterizaron a Daniel Scioli durante la primera etapa de la campaña, hoy en día se ven reemplazadas por una clara confrontación con las políticas que ofrece su contrincante. Mientras que desde un inicio Scioli planteó la no confrontación, no hablar de los otros sino hablar de manera propositiva en torno a sus propuestas, ha decidido a partir de ahora virar hacia un discurso mucho más confrontativo, utilizando al PRO, espacio que lidera la alianza CAMBIEMOS, como un dispositivo de alteridad sobre el cual pueda forjar la marca identitaria sciolista. Esta nueva estrategia semiótica evidencia discusiones de fondo, vinculadas al proyecto de país que se sostiene dese ambos espacios, planteando que hay dos caminos, uno que va hacia el desarrollo y otro que vuelve hacia las políticas del pasado, haciendo referencia a políticas neoliberales que han dejado al país en 2001 con una gran crisis económica, política institucional, cultural y social.

Habrá que ver si este cambio de estrategia le permitirá atraer, no sólo a aquellos ciudadanos que no lo votaron en la primera vuelta, sino y muy especialmente a los votantes de Sergio Massa, dirigente de la alianza UNA y del peronismo disidente quien salió tercero en la primera vuelta con el 21% de los votos. Para ello ha incorporado a su discurso, además del gen peronista, algunas de las propuestas con las que competía Massa entre las que se encuentran como más instaladas el 82% móvil en las jubilaciones y la guerra contra el narcotráfico. Massa aún no ha salido a apoyar a ninguno de los dos candidatos, haciendo valer cada vez más sus acciones a medida que se acerca la fecha límite.

El resultado de la primera vuelta no dio lugar a internas y mezquindades. La kirchnerización del candidato oficialista fue casi automática. La confrontación, característica propia de Cristina y de los gobiernos populares de la región está siendo el centro de la estrategia. No obstante, Scioli no es Cristina y no lo será nunca, su identidad camaleónica le permite trazar un vuelo propio y moverse zigzagueante entre el peronismo tradicional y el kirchnerismo. Las urnas dirán si con esa marca identitaria logrará llegar al sillón presidencial inaugurando una nueva etapa en el actual ciclo político.