Las elecciones intermedias celebradas en México el pasado fin de semana dejan un saldo complejo debido a la pluralidad de comicios y a las muchas lecturas políticas, distintas en función de los lentes que se usen para evaluarlas. En términos generales, fueron las elecciones del hartazgo, del descrédito y de la apatía para una … Seguir leyendo

 

Las elecciones intermedias celebradas en México el pasado fin de semana dejan un saldo complejo debido a la pluralidad de comicios y a las muchas lecturas políticas, distintas en función de los lentes que se usen para evaluarlas.

En términos generales, fueron las elecciones del hartazgo, del descrédito y de la apatía para una buena parte del electorado mexicano. Algo que no es nuevo pero que, en los últimos años, comienza a solaparse con el creciente contexto de violencia que padece el país. Asesinatos de candidatos, llamados a anular el voto, cuestionamientos a la legitimidad de los comicios sobre todo en los Estados donde la organización y conciencia política está más avanzada -como Guerrero, Oaxaca o Chiapas- así como las movilizaciones de maestros de la combativa Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) con la finalidad de boicotear las elecciones, han sido algunas de las características que han marcado estas elecciones intermedias. La sombra de los hechos de Ayotzinapa, Tlatlaya y el reciente caso de la matanza  de otras 43 personas en Tanhuato, Michoacán, han estado muy presentes.

La respuesta del Estado frente a quienes trataron de obstruir el paso a funcionarios del Instituto Nacional Electoral (INE), impedir la instalación de casillas o quemar boletas fue la represión más absoluta. Muestra de ello es el asesinato de un joven militante del Movimiento Popular Guerrerense en Tlapa, Antonio Vivar Díaz, a manos de efectivos policiales, y la detención de cientos de personas. No obstante, estas acciones de boicot electoral fueron aisladas y no consiguieron impedir la celebración de las elecciones más que en puntos muy concretos[i], lo cual hasta la fecha no ha supuesto la invalidación de los comicios.

En cuanto a quienes sí optaron por participar en lo que el presidente Peña Nieto calificó como “la fiesta de la democracia”, cabe decir que la participación ciudadana a escala nacional para renovar la Cámara de Diputados en las elecciones federales fue del 47%. Una cifra que no muestra a cabalidad el descontento actual con el sistema político ya que estos resultados no se diferencian del comportamiento electoral de elecciones intermedias anteriores, es más, suponen un aumento de la participación del 2,4% respecto a las elecciones intermedias de 2009.[ii] Este dato se une a un porcentaje de voto nulo del 4,88%, pese a la enfática campaña de analistas de renombre y gran impacto mediático que abogaban por la anulación de voto,  que no superó siquiera el porcentaje de voto nulo de las elecciones intermedias de 2009, que fue del 5,39%. Es decir, en una coyuntura todavía más compleja y donde los problemas del país se han profundizado, no se aprecia un aumento de la abstención o del voto nulo que pudiera hacer sonar por sí sola las alarmas del sistema.

Ahora bien, el análisis de los resultados aporta otros matices a tener en cuenta. Aquí habría muchas variables ya que se han dado varios tipos de elecciones en la jornada del 7 de junio: elecciones federales, elecciones municipales, elecciones estatales y elecciones para delegados y diputados de la Asamblea del Distrito Federal (DF), la capital del país y un núcleo de población de casi 9 millones de personas donde la izquierda sigue siendo hegemónica. Precisamente,  el DF se desmarca en sus resultados del resto de la República. Aquí la irrupción del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), fundado por López Obrador tras su salida del Partido de la Revolución Democrática (PRD), ha sido considerable. No sólo tendrá una mayoría de diputados en la Asamblea Legislativa del DF (18 frente a los 14 del PRD) sino que le ha arrebatado al PRD 5 delegaciones de las 16 que componen la capital[iii]. El PRD de los “Chuchos”, esto es, el ala neoliberal del PRD pierde espacios y apoyo en su tradicional feudo y Morena se erige como nueva fuerza de la izquierda –aunque no con nuevos actores- que eclosiona en el panorama electoral y que ambiciona disputar la presidencia en 2018.

No obstante, en las elecciones a diputados federales Morena (8,37%) no logra superar al PRD (10,83%) y se ubica como cuarta fuerza política, muy por detrás del PRI (29,10%) y el PAN (20,89%). Y no se encuentra mucho más arriba del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) (7,06%)[iv], aliado del PRI que, pese a las irregularidades y escándalos que ha protagonizado durante la campaña y el mismo día de las elecciones, ha obtenido unos relativos buenos resultados por sí solo. El cómputo final seguramente se traduzca en una Cámara de Diputados donde el PRI se mantendrá más o menos en una franja de diputados similar a la que tenía gracias a los diputados del PVEM, por tanto, no logrará la ansiada mayoría pero tampoco habrá sufrido un descalabro, mientras que el PAN sí obtendría uno de los peores resultados federales en los últimos 24 años.

El resultado en las nueve gubernaturas estatales está repartido (y reñido en algunos casos) entre un PRI aliado con el PVEM (y Nueva Alianza en tres casos) y el PAN, con la excepción de Michoacán donde gana el PRD aliado con Nueva Alianza y el Partido del Trabajo (PT). Cabe mencionar la existencia, por primera vez en la historia de México, de un gobernador independiente en Nuevo León, Jaime Rodríguez “El Bronco”, en uno de los centros neurálgicos de la industria y el empresariado mexicano donde la inseguridad vinculada al narcotráfico se ha hecho presente en los últimos años. Un candidato que ha ganado con un alto margen pero cuyos respaldos en la sombra se desconocen. Aquí será interesante observar si candidaturas apartidistas supuestamente “ciudadanas”, como la suya, podrían suponer un experimento con vistas a la renovación y legitimación del sistema ante el descrédito de los partidos políticos.

Aunque la lógica de voto, y la participación, son muy distintas en unas elecciones presidenciales a las que imperan en unas elecciones intermedias, hay quienes leen estos comicios con la mirada puesta en 2018. A pesar de las distancias, se pueden esbozar algunas conclusiones en perspectiva que se resumen en tres ideas: 1) La hegemonía de la que sigue gozando –por el motivo que sea- el PRI a escala nacional lo convierte en un difícil enemigo a batir de aquí a 2018, máxime cuando puede establecer alianzas con el PVEM, su sucursal política “made in Televisa”; 2) La izquierda va a tener que tomar grandes decisiones si no quiere llegar fragmentada y debilitada a las presidenciales[v] y, por el momento, Morena y PRD no parece que vayan a confluir. Es más, el PRD es visto por amplios sectores como un partido de la élite dirigente cuyos líderes comparten proyecto de país con PRI y PAN, como se demostró con la firma del Pacto por México; 3) El viraje del PRD hacia la derecha, unido a su desplazamiento en DF en beneficio de Morena, y al histórico de votos que obtuvo López Obrador en 2006 y 2012, podría dar oxígeno a una nueva postulación de López Obrador a la presidencia que canalizara parte del descontento existente, aunque estaría por ver si en igual medida que logró hacerlo en 2006.

Para finalizar, a la luz de los resultados electorales, y su contraste con lo sucedido en Guerrero, Oaxaca o Chiapas estos días o, incluso, en el Distrito Federal, se puede llegar a otra conclusión. En el México actual existen, cuando menos, dos Méxicos: uno representado por una “vanguardia” política donde se encontrarían los sectores más conscientes de la crisis y descomposición en la que está sumido el país y la urgente necesidad de transformarlo (sectores que, a su vez, están profundamente divididos acerca de qué estrategia seguir para construir una alternativa política que trate de superar el actual statu quo); y otro representado por grandes masas de mexicanos que, bien sea por intereses, miedo, cooptación, alienación, convicción o quién sabe qué mecanismos psicológicos, no se cuestionan o no se quieren dar cuenta de la situación existente y siguen votando a los partidos del establishment, aunque éstos vayan en contra de sus intereses de clase. En el choque entre estos dos Méxicos, sea en las urnas, sea en la calle, es donde se va a dirimir el destino del país en el corto y mediano plazo.

[i] En Guerrero, uno de los Estados donde la organización anti-elecciones fue más fuerte, las autoridades lograron instalar el 98% de las casillas, según datos oficiales.

[ii] En las intermedias de 2009 fue del 44,61% y en las de 2003 del 41,19%, cifras que suponían un descenso considerable respecto a las intermedias de 1997, donde la participación sí superó a la abstención con un 57%.

[iii] El PRD gobernará 6 de las delegaciones mientras que el Partido Acción Nacional (PAN) lo hará en 2 y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) aliado con el PVEM lo hará en 3. Cabe decir que el PRD ha pasado de gobernar en 14 delegaciones a quedarse con menos de la mitad, y algunas de las delegaciones que ha ganado a Morena ha sido por un porcentaje mínimo de votos.

[iv] Datos correspondientes al 98,63% de las actas capturadas, último corte 20:10 (UTC-5) hora del centro, lunes 8 de junio de 2015. Consultable en:  http://prep2015.ine.mx/Nacional/VotosPorPartido/

[v] En estos momentos parece bastante posible que el Partido del Trabajo pueda perder su registro electoral si no logra llegar al 3% del total de sufragios emitidos.

Arantxa Tirado

Dra. en Relaciones Internacionales e Integración Europea (UAB) (España)

Doctora en Relaciones Internacionales e Integración Europea por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y Doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es también Maestra en Estudios Latinoamericanos por la UNAM y Licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración (Itinerario de Relaciones Internacionales) por…